PRESENCIA MALIGNA

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Normalmente, nunca sé cómo actuar ante los reproches; sea cual sea el motivo y menos cuando se descalifica lo que fuimos, somos o seremos. Admito que no soy el mejor hombre sobre la tierra o el cielo, admito que reproché en mi pasado, presente y futuro... Admito que en la práctica originé la sequedad de mi alma con el reproche, por lo tanto me declaro incompetente ante estos bajos actos de sociabilidad; mis ojos se precipitan malvadamente en contra de esa discordia y lo sabía en el momento que corría una lágrima distinta entre tu rostro y mi rostro. Guardando tu imagen en mi mente, cuando con inusual carácter volvías la mirada ante los puñales lanzados sobre el tráfico de palabras que salen de voces hirientes como las tuyas o las mías.

*Es una presencia maligna el reproche, un ente que mata, que se encuentra entre el tú y yo y esos y estos; cizaña polvorienta o fugaz del más negro carbón que tiñe sentimentalmente una relación de amigos o de amantes. Preguntas banales, respuestas estúpidas en tiempos perdidos de discusiones tontas y absurdas son los reproches; incubando corruptas interrogantes que nos sepúltan, que me separan de ti.*


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