El niño que quería todo el poder
Por Alexander
Enviado el 21/06/2017, clasificado en Varios / otros
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Un día nació un bebé con unas ansias de poder grandísima. Desde pequeño había implementado horarios para disponer de las tetas de su madre. Y ha medida que crecía se iba apoderando cada vez más de su madre. Hasta que un día llegó a obtener el título de propiedad de la casa y su madre se convirtió en su esclava. La madre hacía de todo para satisfacer al pequeño dictador. El niño no se conformaba ya con disponer del control completo de la casa, así que buscó la manera de expandir sus órdenes hasta la escuela.
En la escuela lo primero que se le ocurrió para ganar el poder era lanzarse como candidato estudiantil. Se valió de temor infundido entre sus compañeros y mucha propaganda para llegar al poder. Él había estado largos meses espiando a sus compañeros, y almacenaba gran cantidad de secretos que le permitieron infundir el miedo entre sus iguales, con la amenaza de contarlos. Así fue que ganó el poder con un apoyo no tan alto.
Ahora con el poder se dispuso a controlar a los alumnos como él quería. Dictó muchas normas que en ocasiones carecían de lógica, como que los alumnos debían ir al baño solo durante las clases y que no estaba permitido hacerlo durante los recesos. Eliminó los recesos, en su lugar se habían sustituido por los minutos de transición entre profesores. Prohibió el habla entre estudiantes a no ser que fuera para comentar algo relacionado con el conocimiento, aquel que hablase por hablar sería castigado con la expulsión. Estas y muchas normas más se las entregó al director del plantel, que sin poner mucha atención ante las peticiones de un menor decidió que se implementasen.
Todos en la escuela lo odiaban, salvo un grupito de amigos que habían seguido sus ideas radicales. Este grupito se encargaba de espiar y mantener a raya los que querían sublevarse. O incluso de mantener a raya cualquier tipo de disconformidad. La nueva orden que puso era que se prohibiera traer comida al colegio, se debía comer solo en el comedor. Aquel que trajese comida a escondidas sería mandado a revisión por una semana. Los uniformes se habían cambiado también, ahora eran más apretados, permitían menos movimientos entre los alumnos, impedían una respiración profunda de lo apretados que eran. Excepto los uniformes de educación física que seguían siendo holgados.
Se prohibió también todo tipo de relaciones amorosas. Cualquier pareja que fuera sorprendida sería expulsada sin mediar palbra.
Cuatro meses después de aplicar estas normas y otras más que había implementado, el director se dignó, en un momento de ocio, a leer las reglas impuestas por el pequeño tirano. Fue entonces cuando se dio cuenta que eran un tanto extremistas y que atentaban contra el espíritu de libertad que tanto había caracterizado al colegio. Así que se dispuso a hablar con Stiefel, que así se llamaba nuestro pequeño tirano.
El señor director se acercó y le expresó su disconformidad con las normas, le dijo que debía reformar la mayor parte de ellas por atentar contra la libertad de los estudiantes. Fue cuando Stiefel le entregó una importante suma de dinero al señor director, diciéndole que hacáin falta unas reformas en la estructura del patio central. El director guardó el papel donde se estipulaban las reformas y se encargó de conducir las obras para mejorar el patio central, que no tenía nada de dañado, más bien se había conservado bastante bien a lo largo de los años.
un inspector del ministerio de educación se apersonó al colegio para corroborar que todo marchase como debía. El director le dijo que no hacía falta tales formalidades, y le invitó a tomar un café mientras le regalaba un hermoso bolígrafo de marca.
Stiefel mantenia ahora de forma implícita el control sobre el ministerio de educación. Sus dominios de poder eeran reconocidos entre los oficinistas del ministerio. Se había vuelto un dictador silencioso. Solo lo reconocían, pero no andaban vociferando que fuese un dictador.
En lo que iba del año escolar había mandado a expulsar a muchos estudiantes por no seguir las normas. Otros tantos se habían ido voluntariamente por considerar el régimen inhumano. Stiefel no daba marcha atrás y cada ve que se le metía algo en mente no apraba hasta conseguirlo.
La norma más extrema de todas fue comenzar a cobrar por el aire que respirasen los estudiantes. Ese fue el colmo, a parte de la matrícula que debían pagar por recibir su educación también tener que cobrar el aire del propio colegio. Muchos se opusieron. Se creó un grupo disidente de Stiefel de los que tenían menos recursos en el colegio para combatir al régimen.
Stiefel los acusó de terroristas y de fascistas por intentar llevarle la contraria. Mandaba a sus grupos de amigos a repeler aquellas manos que levantaban bien en alto las pancartas contra él. El grupo de combatientes había llegado hasta el ministerio, pero incluso hasta esas zonas fuera del colegio llegaba su poder, así que los amigos en el ministerio se encargaban de tapar sus protestas con vocinas que decían que Stiefel era el mejor lider estudiantil que había en todo el Estado.
Un buen día los estudiantes todos se armaron de valor y de armas para sacar a Stiefel. Nadie dijo nada, y mataron aquel que fuese sospechoso de ser espía de Stiefel. Todos llegaron al aula privada que Stiefel se había construido para él y comenzaron a disparar. Las balas no penetraban de lo duro de aquella coraza, ni siquiera por las ventanas reforzadas.
Stiefel temió por su vida. Así que decidió suicidarse antes que entregarse ante el grupo de rebeldes. Fue así como murió. El director tuvo que pagar por todos sus actos, y los alumnos se encargaron de quemar todas aquellas reglas absurdas. Muchos regresaron de otros colegios al suyo y los que habían sido expulsados también. En la memoria de todos quedaron los actos atroses de Stiefel y sus amigos fueron expulsados del colegio.
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