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Rezo por ti
en este acantilado
que sabe a riesgo
y triunfo.
Te imploro un deseo común:
veo que es
y que podrá ocurrir
la sorpresa del amor.
Nos aceptamos.
Los lugares nos comprometen
con un futuro ideal.
Nos manifestamos.
Nos atendemos.
Nos recuperamos.
Nos extendemos.
Hay probabilidades
y nos notamos.
El mar,
como siempre,
y, como todo lo que significa base,
se ha convertido en un antídoto
para acercarnos
a la felicidad,
que conservamos mejor
en él, con él,
en sus barcas,
entre sus olas.
Rezo por ti,
tierra mía,
y me abandono.
Juan Tomás Frutos.
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