Masajeando a mi suegra
Por Paul Rabook
Enviado el 17/07/2017, clasificado en Adultos / eróticos
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Ese día estaba yo por la calle, vagabundeando. Vi salir a mi suegra de una tienda cargada con las bolsas de la compra. Me acerqué a ella. Le saludé y me ofrecía a ayudarle con las bolsas. Hacía un calor de horrores. Ella accedió. Su casa no estaba muy lejos. Estaba muy sudada. Entramos en el ascensor. Podía oler sus axilas y su entrepierna desde donde estaba.
- Muchas gracias. Últimamente tengo la espalda bastante mal - me dijo.
A mi me daba igual. No tenía nada que hacer. Llevaba un vestido negro que acostumbra a ponerse en verano.
Entramos en la casa y dejé las bolsas en la cocina.
- ¿Quieres tomar algo? - me dijo
Yo acepté. Tenía una sed de mil demonios.
- Ponte cómodo. Me voy a poner algo más ligero que tengo mucho calor -
Yo la esperé en la cocina. Se puso solo una camiseta ancha. No llevaba pantalones. Se estiró para coger un vaso de una de las baldas de arriba del armario. Se le vieron un poco las bragas. Unas bragas de esas anchotas. De vieja. Se me puso un poco dura. Me sirvió la bebida y ella se sirvió otra.
- Vamos para el salón querido -
Nos sentamos en el sofá y nos pusimos a charlar mientras tomabamos un trago. Dijo que llevaba tiempo con dolores de espalda e iban a peor. Yo solo me podía fijar en que no llevaba sujetador y en que se le notaban sus grandes pechos.
- Si quieres puedo darte un masaje para ver si te alivia algo los dolores - le dije
Ella accedió. Se sentó en una silla con el respaldo hacia delante y yo me quedé de pies detrás. Comencé a masajearle el cuello y los hombros.
- Es mejor que te quites la camiseta para poder darte el masaje en toda la espalda - le dije
Se quedó algo pensativa. Supongo que le daría algo de pudor quedarse delante mía con las tetas al aire.
- No te preocupes. Hay confianza - le dije
Finalmente se quitó la camiseta y la tiró al sofá. Yo no podía verle las tetas porque ella estaba hacia delante.
Continué masajeando. Su cuello. Sus hombros. Su espalda. Bajó un poco la cabeza y gemía como si le diera gusto. Después de masajearle toda la espalda, subí otra vez hacia arriba. Comencé con la cabeza y las orejas. Tenía los ojos cerrados. Pasé a la parte delantera del cuello y bajé hacia sus pechos. Ella no opuso resistencia, con lo que seguí.
Empecé a acariciarle los pechos lentamente, en círculos. Subía al cuello y otra vez bajaba hacia los pechos. Subí una mano a la cara y empecé a acariciarle los labios lentamente. Por ese entonces tenía la polla ya muy dura.
- ¿Porqué no seguimos en el sofá? Estaremos más cómodos - dijo
En realidad, para el masaje, el sofá no era nada cómodo, pero ninguno de los dos pensábamos ya en el masaje. Me miró al paquete y vio como lo tenía. Se mordió suavemente el labio inferior. Miré a su entrepierna y vi que tenía una pequeña mancha a la altura de la raja. Empezó a tocarme la polla por encima del pantalón. Me la sacó y se la metió en la boca. Me la chupó durante un rato mientras yo le tocaba el coño. Rápidamente me quité la ropa. Le quité a ella las bragas y metí mi cara en su enorme coño. Lo tenía peludo. Parece ser que hacía tiempo que no esperaba visita. Estaba delicioso. Chupé y chupé. De vez en cuando escupía para no ahogarme con algún pelo rebelde. Restregué toda mi cara en su entrepierna una y otra vez. Luego chupé sus piernas. Me encantaban. Para ser una mujer mayor tenía la piel tersa. Subí y la morreé tiernamente mientras con mi polla buscaba su sagrado agujero. Puse la punta en su raja y empujé lentamente. Entró sin problema. Estaba muy mojada. Se la metí hasta el fondo una otra vez, mientras tocaba esas enormes tetas y chupaba sus pezones. Grandes y marrones. Cuando estaba a punto de correrme paré. Le insté a que se diera la vuelta. Se puso al estilo perro. Y me bajé para chupar su hermoso ano. Lo chupé hasta la saciedad, metiendo la lengua todo lo posible. Estaba muy sudado. Toda ella estaba muy sudada. Mientras le acariciaba el clítoris. Gemia muchísimo. Estaba muy cachonda. Parecía que no le habían follado hacía siglos. Cuando estaba su ano necesariamente húmedo, apunté mi misil hacia el agujero y la embestí. Se resistió algo mientras entraba mi polla. Por el dolor. Pero enseguida se dilató y la pude meter hasta los intestinos. Y la tocaba el clítoris. Y le follé y follé el culo una y otra vez. Por entre los pliegues de mi polla y su ano podía ver un liquido ligeramente marrón. Pero no quería correrme en su culo. Quería correrme en su pedazo de coño. Así que le di la vuelta una vez más y me tumbé encima de ella. Follando ese hermoso y gran coño peludo, hasta que me corrí como una mala bestia dentro de ella.
Cuando bebí del vaso la bebida se había calentado y los hielos ya no existían.
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