Tres certezas

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La verdad, tal como los seres vivos...

 

Jamás se disputó o dudo de nada en aquella anacrónica ciudad. Todas las decisiones, juicios o quehaceres dependían de la resolución de los tres sabios, pues los aldeanos asumían su incapacidad para vislumbrar la verdad.

 

La mecánica era sencilla: Siempre que se debía tomar una decisión, los lugareños acudían al templo. Los tres sabios escuchaban en silencio, y al día siguiente se asomaban por el inmenso portón dando su resolución. Su voz era la verdad absoluta e indiscutible.

 

Curiosamente, nunca los tres coincidieron en la opinión. Siempre uno era contrario a la decisión de los otros dos. Pero la mayoría era la voz a escuchar.

 

Si los aldeanos hubieran podido ver que sucedía en el interior del templo, tal vez la duda cabría frente a los sabios.

 

Uno de los sabios odiaba al otro por siempre. El otro le correspondía con el mismo sentimiento. Siempre opinaban lo contrario el uno del otro. Su lucha se tramaba en convencer al tercero; el más anciano, que permanecía neutral. Lo compraban con presentes y mimos para conseguir la mayoría, tomándolo como una victoria sobre el sabio que quedaba en minoría. El tercer sabio aceptaba los favores del mejor postor aprovechándose del mutuo odio.

 

Un día, el vendido sabio murió aplastado por el peso de la edad. El pueblo, asombrado, no conseguía nunca una conclusión coherente de los dos sabios. Nunca más hubo concordia en el templo. Fue entonces cuando los aldeanos se vieron obligados a buscar la verdad por sí mismos. Fueron muchas las verdades que se debatieron en aquella ciudad. Muchas subsistieron juntas durante años a pesar de ser contrarias.

 

El pueblo prosperó siendo uno de los más cultos de la historia, enriqueciendo todo su entorno con su infinito saber. En su calle mayor, se puede reconocer una extraordinaria biblioteca. El edificio luce majestuosas cúpulas, arcos y columnas. Tal como un templo. Cada uno de sus libros tiene inscrito el nombre de tres sabios. Para no errar como en el pasado, recordando que la realidad es de todos... Y la verdad de cada cual.

 

... Nace, crece y muere.

 

 

   Jesús Cano

 

 

 

 

 

 

 


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