Actos Indecentes

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Adoro este momento, siempre que lo vivo de nuevo lo disfruto como si fuera la primera vez.

El tacto de sus dedos en mi húmedo clítoris. Su jugosa lengua lamiendo mi nuca salada por el sudor hace que mis pezones se expongan como una belleza de la naturaleza. Un suspiro se me escapa mientras introduce poco a poco su miembro y con la otra mano me agarra fuerte la melena.

Me muerde los pezones y mi vulva palpita pidiendo más, los pechos se me hinchan para recordarle que los siga apretando.

Empiezo a lubricar mientras mi vagina se va ensanchando con un pequeño dolor que se va transformando en un gran placer. La piel se me eriza cuando su lengua recorre mis labios y el interior de mi boca como si fuera un perro.

Estamos en tal éxtasis que nos olvidamos por completo de los indiscretos que se han ido acercando poco a poco. El sol y la arena de playa me invitan a esto, a disfrutar de cada placer que pueda darme mi cuerpo. Me encanta dejarme llevar, se acerca un chico exhibiendo su masculinidad en su mejor expresión, es tan llamativa que no puedo evitar querer meterla en mi boca, con una simple mirada de complicidad con mi pareja le invito a acercarse más, cuando la tengo lo suficientemente cerca alargo mi mano y la agarro con fuerza.

Gorda y tersa la intento acercar a mi boca con ansiedad, mientras que el pene de mi pareja no para de darme placer. Me siento llena y desinhibida, mi mente intenta resistirse para llegar a un climax superior, pero mi cuerpo no resiste y se revela dando rienda suelta a mi jugo a la vez que un escalofrío, que nace en la virilidad del pene que tengo dentro, me va recorriendo la columna mientras un eléctrico placer se me va expandiendo hasta que llega a mi garganta desprendiendo un grito de placer.

Quiero más, y tras dejar que mi pareja se corra invito al otro chico a que me meta su miembro erecto. Pero quiero que me dé fuerte así que me doy la vuelta y le sugiero que se acerque exponiendo mi abertura húmeda y moviéndola sugerentemente. En ese momento siento que me llena, un dolor que nunca había sentido antes se transforma súbitamente en una sensación extraordinaria.

Solo deseo que me empuje fuerte, mi vagina se expande de nuevo gracias al líquido espeso que desprende.

Me excito más mientras veo a mi marido haciéndose una paja con su enorme pene, que al lado del que tengo dentro, se queda pequeño. El sonido de las olas, la brisa del mar y el calor de la arena se impregna todo con la adrenalina de hacerlo en público. Me siento una diosa, deseada y amada, deleitada por un trozo de carne que solo me genera placer.

Tras correrme de nuevo solo puedo pensar en una cosa…. Cuando será la próxima vez.


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