Perro salvador (1 parte)

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Simona es de nacionalidad francesa de 42 años de edad, aunque llevaba 12 años viviendo en Córdoba. Simona nació en Paris, la ciudad de las luces y todo eso. Aunque ella tenía menos luces que “la Taberna Pepe Rata” malhumorada, polemiza dora, sombría y agria. Estas eran sus principales características. Simona una mujer o muchacha híper-sensible y solitaria, tal vez por la muerte de su madre, cuando esta daba a luz a su única hija Simona. Su padre Pier desconectado de la vida real, se quedaba a cargo de su hija, pero como si no se quedara, porque antes de su hija estaba su enfermizo trabajo como bróker (agente de bolsa) así que, Simona se crio de aquí para allá, de un lado a otro. Su crianza no fue nada fácil –no me refiero a lo económico, como es evidente, sino a lo moral- sin duda su conducta dura, rígida y desconfiada y celosa de toda cosa que se movía, era en parte por su penosa existencia.

Simona con treinta años, encabronada y depresiva, decide cambiar de aires y dar un giro a su agónica vida. Toma la decisión de viajar a Córdoba capital y se instala en un piso del centro de la ciudad. A lo primero no entendía nada ni a nadie, como sucede normalmente. Se sentía disconforme con la ciudad y con sus nuevos vecinos del bloque en donde vivía.

En el mismo bloque conoció a un escritor aficionado que se dedicaba a escribir para todo tipo de páginas webs. Este hombre de 48 años, escritor y bebedor, llamado Sinfín, era diabético y solitario, lo que facilito a Simona entablar una amistad provisional. Poco a poco ella se iba estableciendo gracias a las conversaciones atropelladas con Sinfin, debido al idioma y también al acento Cordobés cerrado de Sinfin. Él, le enseño sitios como; La Mezquita-Catedral de Córdoba, Puente Romano, Mezquita De Los Andaluces y Las Calleja De Las Flores.

Pasaron dieciocho meses y todo parecía ir bien, Simona no tenía problemas económicos, el enfermo de su padre Pier le mandaba dinero constantemente. Ya, más o menos conocía la ciudad y, sus gentes. De forma que, su carácter avinagrado se fue suavizando y fue cogiendo la esencia guasona locuaz del entorno Cordobés. Tenía lo más elemental, a su gran amigo Sinfín.

– da igual donde mires, el mundo está lleno de miserias físicas e intelectuales – dijo ella a Sinfín, medio achispada con un vaso de Whisky entre las manos.

– No sólo han regresado las ratas y los pañuelos de tela, para que la gente se guarde los mocos en los bolsillos, sino que están a punto de volver las escupideras- dijo él soltando una risotada.

Estaban bebiendo, riendo y se expresaban sin sentido, exageradamente en el piso de Sinfín. La noche transcurría lentamente vaso tras vaso. Mas no se imaginaba ella lo que pasaría más tarde. Inesperadamente entro la luz del día por una rendija de la persiana del comedor del piso. Entonces él le propuso seguir la inercia de la noche ya acabada y llevarla a la Plaza De La Corredera y allí seguir bebiendo. Ella acepto gustosamente, nunca en su vida se había sentido tan plena, tan crecida, tan independiente, tan libre, tan feliz.

Mientras ella alucinaba en aquella maravilla Plaza Mayor cuadrangular de arcos espectaculares y, de configuración entre antiguo y moderno, Sinfín se desplomo y cayó al suelo, inmediatamente acudieron los servicios de emergencias como; policía y ambulancia. Poco después, a Simona le dieron la desagradable noticia. Sinfín había muerto por parada respiratoria. Se le paro el corazón. Simona se pellizcaba las carnes, porque no se lo creía.

Después del funeral del fenomenal Sinfín, ella se fue a su piso desconcertada y abatida. Se encerró a cal y canto, negando la realidad, como el que va a la playa y dice no ver agua, - mira por donde, como el infeliz del padre -. Ahí, empezó su calvario individual. Todo el progresoconseguido, respecto a sus estados de ánimo, se desmorono y entro en una desquiciada tela de araña. Simona, una muchacha de 1:74 de altura, pelo corto, tez clara, ojos azules y blancas escleróticas. Con todo esto, lo peor no era la muerte, sino el miedo que la precedía. Ensimismada, comenzó a ver los documentales que hecha después de comer en Telecinco, acompañándole siempre una botella de whisky, recordando y haciendo luto a Sinfín. Entro en una fase de autodestrucción personal, cada día que pasaba, ella se miraba al espejo y se veía más delgada y envejecida. Simona de tanto en tanto bajaba a hacer la compra y se cruzaba con sus vecinos en la calle y se llevaba la mano a la boca para evitar el mal olor que desprendía las fauces. Después de ocho semanas, súper puesta a lo peor de la vida; alcohol, programas de cotilleos, delirios mentales…ella se preguntaba a cada rato, si tenía casa y familia. -rotundamente no- entre unas cosas y otras, se levantó un día y escucho un perro ladrar, cuyo ladrido venia de dos pisos más abajo del de ella. Entonces se asomó por la persiana despacito, que da al patio central del edificio y allí dos pisos más abajo, en el balcón, le ladraba un perro “pastor alemán” de ojos profundos oscuros que le brillaban, como intuyendo lo mal que se encontraba la chica y dándole a entender a ella con esa peculiar mirada que estaba dispuesto a ayudarla, Simona se quedó mirando absorta, embebida a la increíble presencia del “pastor alemán” cuando se produjo un silencio entre ella y el perro. Del balcón donde se encontraba el perro, salió una anciana de unos ochenta años de edad, con el cabello totalmente de blanco espuma y un poco encorvada debido a una joroba bastante pronunciada.

– hola señora, que tal, ¿Cómo se llama el perro? – pregunto tímidamente a la señora.

– hola hija, como andas. Yo me llamo Dolores y mi precioso perro, se llama Riky – respondió Dolores con gran acento Cordobés.

– Yo me llamo Simona, encantada de conoceros – soltó Simona con una pequeña sonrisa. – Igualmente querida – dijo Dolores.

El sentido de la tragedia disminuyo, con aquella agradable y sencilla conversación que había mantenido con la señora, gracias al perro Riki. Simona sintió como fluían los pensamientos positivos, ya olvidados. Para ella era una rareza sentirse animada, todo, gracias a la buena influencia que le había dejado sus hasta hora nuevos y desconocidos vecinos.

 


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