Perro salvador (2 parte)

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Al día siguiente se volvió a asomar por la persiana del salón y allí estaba Riki. De manera que hizo que Simona volviera a sonreír. Ésta sin rodeos, le pregunto a la señora cuando ésta salió al menudo balcón, que si le permitía dar un paseo a su perro. La señora amablemente, no solo le permitió sacar de paseo al perro, sino que se lo agradecía de todo corazón. Mientras bajaba las escaleras hasta el piso de Dolores a Simona le entro de repente un sudor frio por la espalda al pensar si no se estaba precipitando con el asunto de sacar a un perro que apenas conocía, pero pensó también que no tenía nada que perder, entonces siguió adelante convencida de que las cosas saldrían bien. Una vez dentro del piso de Dolores, ésta le contaba contenta que no podía sacar a la calle al perro, porque hacía un año, le habían operado el menisco y el cartílago de la rodilla izquierda. Mientras la señora se expresaba gustosamente, el perro Riki “pastor alemán” sentado con el pecho recto y echado para adelante, muy muy serio, observando a la muchacha como si la estuviera estudiando. La presencia del “pastor alemán” era de tal magnitud que Simona quedo cohibida y se preguntó cómo se las arreglaría para sacar a la calle a un perro que visiblemente la intimidaba. Llego el momento de sacar a Riki de aquel piso pequeño pero acogedor. Dolores le puso el collar y le engancho la correa al animal, entonces sin explicación alguna le paso la correa a Simona y la despidió de su piso riéndose.Bajaron por las escaleras, Simona no paraba de temblar, de sudar. Lo único que sabía del “pastor alemán” era, que le había ladrado el día anterior y ahora también sabía que tenía un manto de pelo negro en la espalda, patas amarillentas y un hocico alargado oscuro. He aquí todo lo que sabía de él. Cuando hubieron llagado al Parque De La Asomadilla, ella le quito la correa y lo dejo suelto. Ya más tranquila se sentó en una piedra que había por allí en medio y respiro.

Desde el verano de aquel año caluroso, hasta bien entrado el invierno, adquirió la costumbre de pasear con Riki. No solo paseaban, también almorzaban, cenaban y dormían juntos. Fue tan inmenso el calor y la compañía que le brindo el “pastor alemán” que el mundo se le abrió de par en par. No había nada más maravilloso en el mundo que ir al Parque De La Asomadilla y sentarse en el césped y contemplar ese aire de felicidad máxima.

 


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