Una situación intima

Ayer fue un día aciago. Tenía ganas de ir al servicio y se lo dije a “las de blanco” que nos atendían. Ya sabía la respuesta:    “tienes que esperar, sois muchos y nosotras pocas”. Pero las vejigas, no entienden de muchos o pocos o de esperar. La  naturaleza es sabia y es el momento el que te dice cuando ha de ser. A lo que iba, tuve que esperar y claro me puse muy nerviosa, y debido a mi precaria salud, no tenía la movilidad que ellas pretendían que tuviera y al ir al levantarme me tambaleé, me tuvieron que agarrar con fuerza. Les molestó muchísimo y se pusieron, por decirlo suave, un poco violentas. Me aturullé y mi vejiga se resistió a hacer su trabajo. Yo, a pesar de parecer que no me entero de lo que la gente dice  a mi  alrededor, les oí decir: “¿ves?, cuando quiere lo hace y cuando no quiere no… Mis ojos se enrojecieron y perdí toda compostura.

No sabía qué hacer. Pero como un ángel llegado del cielo, apareció mi hija la pequeña. Sentía darle estos disgustos. Sabía que venía de trabajar, de un sitio parecido a este, pero el quíntuple mayor y no quería darle preocupaciones que bastantes ya tenía. Hoy no podía más y cuando salimos fuera del recinto místico, le empecé a contar mi episodio, digamos traumático, o al menos para mí lo era. Estaba muy nerviosa y casi no me entendía. Nos sentamos en un banco, me agarró de las dos manos, me dio múltiples besos en la cara y por fin pude  argumentarle mi vivencia del W.C……….. A ella, algo  le habían contado, lógicamente, justificando su actuación. Pero por la reacción de mi hija, supe que coincidía en lo básico: se habían pasado y no era la primera vez.