Un laboratorio delicioso (Parte II - Fin)

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(Juan Camilo y Liliana estaban solos en un cuarto de toma de muestras clínicas. Acá continúa su historia.)

Por un momento temí que saliera hecha una furia y que me dejara allí, en efecto pensando en mis amigas y haciéndome una paja sosa, pues me lanzó una mirada extraña... pero su sonrisa me confirmó de inmediato que deseaba seguir mi juego.

-Claro, Juan. Pero es ver y no tocar, ¿de acuerdo?

-De acuerdo. Sólo estímulo visual, vale...

Era una de esas batas que se abre por detrás. Soltó el cordón y, como había visto en algunas ocasiones y quizás en televisión, no llevaba nada bajo la bata salvo un coqueto brassiere de encaje negro, un poco inusual, supongo, pero se le veía muy lindo, cubriendo sus pechos de un tamaño medio, bien redonditos y erguidos. Quedó así, en frente de mí, con la bata descolgada sobre sus caderas y con el torso casi descubierto. En ese momento comencé a acariciar más rápido a mi amigo, que se estaba poniendo felizmente durito con esta situación y con tal estímulo visual tan inesperado.

-Juan, te gusta lo que ves, ¿cierto? Lo puedo notar, jajajaja...

-Uy, claro, Lili... eres hermosa. Tu novio debe ser afortunado también.

-Hace rato no me acaricia ni me echa un piropito ni nada...

-Veo, veo... el menso se lo pierde. Insisto, eres muy hermosa.

-Gracias, Juanito, pero no se me distraiga, jajajaja... siga en su tarea.

-Lili, dirás que se me va la mano, pero... ehhh... ¿sería mucho pedir que saques tus pechos del brassiere? Me encanta lo que veo, pero soy de la idea de que "teta que no muestra pezón no excita". ¿Muy atrevido?

-Jajajaja... un poco, sí. Pero ya entrados en gastos...

Y sacó sus teticas divinas de entre su brassiere. Como lo imaginé, tenía unos pezones gorditos en el centro de una areola pequeña y oscura. Apenas los sacó, pasó las palmas de sus manos sobre sus pezones que estaban duros y erectos, y eso bastó para hacer que mi erección fuera más fuerte todavía. Mi verga ya estaba casi totalmente paradota ante esa adorable vista, y eso no pasó desapercibido para Lili, quien ahora acariciaba los lados de sus pechos.

-Ay, Lili, muchas gracias... de verdad la vista de tu torso es una gran ayuda.

-¿Pero tal vez no lo es tanto, Juan? Como que no estás muy excitado todavía. Ven, déjame ayudar un poco más...

Y, de forma inesperada, ¡acercó sus tetas a mi boca y me puso a lamérselas! Me agarró la nuca con su mano derecha, con fuerza y acariciaba la base de mi cráneo con sus largo dedos mientras con la izquierda agarraba sus teticas y me las ofrecía como un delicioso flan de miel con una uva pasa en su cima... primero una y luego la otra, las lamí y las chupé mientras veía su rostro enrojecido, sus ojos entrecerrados, su boca articulando una serie de mudos gemidos... ¡no podía creer lo que me estaba pasando! Lo que comenzó como una fantasía se convirtió rápidamente en una deliciosa travesura que ninguno esperaba. Acá estaba yo, enroscando mi lengua sobre los cálidos pezones de una perfecta desconocida mientras me acariciaba la verga.

En un momento, me soltó la nuca y se retiró pero solo para sacar un par de guantes de látex de un cajón a sus espaldas. Se los puso y regresó en frente de mí, con una actitud un poco más desafiante.

-Juan, creo que nos estamos demorando mucho y podemos generar sospechas. Quiero ayudarte a que termines rápido. Suelta tu pene, déjame...

Y lo agarró con mucha habilidad, con su tacto cálido que se percibía incluso a través del látex. Subía y bajaba su mano sobre el tronco de mi verga, con suavidad pero con firmeza también. Notó que yo comenzaba a respirar más rápido al sentir la proximidad de sus tetas, así que volvió a ponerlas al alcance de mi boca, de mi ávida lengua, mientras me miraba con deseo.

-Agárrame las nalgas, fuerte -me dijo, y yo hice caso. No tenía un trasero muy prominente, pero sus carnes eran firmes y tonificadas. Era una posición un poco difícil, pero así estuvimos un rato mientras mi excitación crecía y la mano maravillosa que trabajaba en mi miembro se movía cada vez con mayor rapidez.

-¿Cómo vas, Juanito? ¿Te gusta? Hmmm... qué rico me las chupas... ah...

Y esa vocecita me excitó más y más...

-Lili, chupa tú también, dale... métetela an la boca, ¿si?

-No, Juan, no se puede... contaminaría la muestra. Sigue más bien, no pares... hmmm...

Y mientras me hacía esa paja tan deliciosa, fue acercando el frasco de la muestra a mi glande. Cuando notó que mi verga ya palpitaba con el espasmo de la inminente corrida, aceleró el sube-y-baja, sus gemidos alcanzaron a hacerse audibles y me dió un beso "andeneado" en la comisura de mi boca. Eso bastó para que derramara mi potente chorro de acumulada esperma tibia dentro del recipiente que esperaba por él.

Lili tomó la tapa, cerró el frasco y lo dejó sobre la mesita que estaba al lado. Siguió acariciando mi verga mientras acababa de pasar mi fulminante orgasmo, lo acariciaba cada vez más despacio y lo masajeaba delicadamente al tiempo que se iba poniendo fláccido de nuevo.

Se irguió, guardó sus orgullosas y erguidas teticas en el brassiere, se arregló la bata y recobró la compostura, con una sonrisa ladeada que la hacía ver supremamente sexy. Luego me dijo en voz alta: "Listo, don Juan. La muestra se va hoy mismo al laboratorio y le darán los resultados en tres días hábiles. Le avisan al correo". Y luego se acercó y me dijo muy pasito al oído: "quiero que recuerdes esto la próxima vez que te hagas la paja en tu cama". Me dió otro besito al borde de la boca, abrió la puerta del cubículo y me quedé ahí, sentado con los pantalones abajo y el pene desgonzado.

Cuando salí del cubículo, lo primero que hice fue mirar si Lili estaba en la ventanilla, pero no ocupaba el sitio en donde la ví cuando llegué. Esperé un rato pero no la ví. Con gran tristeza, no tuve otro remedio que voltear mi espalda y salir del laboratorio clínico.

Tres días hábiles después, en efecto, llegaron los resultados... pero a mi correo electrónico, con lo que me quitaban la posibilidad de ir al laboratorio a reclamarlos en persona y, quizás, volver a ver a Lili e invitarla a tomar algo y tal vez a continuar lo que iniciamos. Pero no tuve la oportunidad de verla de nuevo. Y en efecto, cada vez que me hago la paja pienso en ese momento fugaz y sublime en aquel cuartucho de laboratorio clínico.

FIN.

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