Solange y el stripper 2

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El lugar estaba iluminado con velas ya que no entraba ni un solo rayo del furioso sol de la tarde. Había una camilla, una mesita con aceites aromáticos y una cama con un cobertor de raso rojo. Una de las paredes era completamente espejada. Sonaba una música suave. El stripper le dijo que la sesión comenzaba con un masaje, para lo cual debía desnudarse por completo y tenderse boca abajo en la camilla. A Solange la excitó que no le preguntara lo que deseaba y que, en cambio, se adueñara de la situación indicándole qué hacer. 

Colgó la cartera en un perchero, se quitó la musculosa, luego las sandalias y finalmente la pollera, mientras él la observaba sin la menor discreción. Se colocó sobre la camilla y esperó. El stripper se colocó aceite en ambas manos y comenzó a masajearle los hombros y la espalda, mientras le hablaba en un susurro. 

-Relájate, disténdete, déjate llevar por mí y vas a ver cómo vas a pasarlo muy bien. 

Solange sentía las manos encenderle la piel con su roce. De la espalda pasó a masajearle los glúteos y los muslos. Después le frotó la concha y el culo haciéndole sentir que flotaba en un vértigo extremo. Luego siguió un buen rato con los masajes en los hombros, suave y dulcemente. El stripper se quitó la bata y le ordenó que bajara de la camilla y se arrodillara. Solange obedeció, entonces volvió a encontrarse con el cuerpo que la había deslumbrado en la fiesta, estaba completamente desnudo y, a diferencia de aquella noche, la tenía erecta, era un enorme tronco duro y brillante que colgaba entre los dos muslos de acero. Se arrodilló y sin decir una palabra, el stripper se la puso en la boca. Solange comenzó a chupar sintiendo que tenía que abrir la boca muy grande para que le entrara. Cuando el glande llegó a su garganta tuvo una arcada, pero a él no le importó y la tomó de la cabeza haciéndosela tragar más profundo. Solange estaba en su paraíso soñado. Había deseado con locura disfrutar de aquel macho escultural y ahora lo tenía todo para ella, saboreando su tremendo pene, mientras le acariciaba sus testículos de toro. La tuvo un largo rato chupando. De tanto en tanto se la sacaba para que descanse, entonces ella, con labios chorreantes, le daba besos en la punta. 

-Ahora vamos a la cama. 

Solange se incorporó y caminó unos pocos pasos hasta la cama, sintiendo el líquido aceitoso que chorreaba de su vagina entre sus piernas. Él la hizo acostar y con gesto profesional se puso un preservativo, luego se encaramó sobre ella y mirándola a los ojos la fue penetrando lentamente. 

-La otra noche se te notaba que morías porque te haga esto. 

Solange asintió, incapaz de pronunciar palabra mientras aquel pene descomunal le entraba en el cuerpo. Sentía tanta excitación que por un momento temió desvanecerse. El stripper comenzó a cogerla fuerte, aplicándole tremendos vergazos que le hacían tocar las cumbres del placer. Solange veía en el espejo su cuerpo pequeño debajo de aquella montaña de músculos. Sus piernas abiertas, los glúteos redondeados del stripper oscilando adelante y atrás y la pija que entraba y salía como un pistón que formaba parte de aquella implacable máquina de copular. 

Solange tuvo el primer orgasmo mientras el stripper le mordía los pezones, sin dejar de penetrarla en ningún momento. Al terminar de gritar y aullar de placer, la máquina seguía funcionando, dándole cada vez más fuerte, los testículos del stripper impactaban en el culo de Solange y todo su cuerpo se sacudía al ritmo de cada impacto. 

-Ahora ponete en cuatro. 

Apenas le dio la orden le sacó la verga. Solange, con la piel cubierta de sudor, se puso en cuatro patas. Entonces sintió algo viscoso y húmedo que le acariciaba el ano. En el espejo vio como el stripper tenía la cara hundida entre sus nalgas y la lamía en el rincón más íntimo de su cuerpo. Entonces tuvo otro orgasmo ayudándose con sus dedos en el clítoris.  

Lo que siguió fue sentir como el grosor de aquella pija le abría el culo y la empalaba por completo. En el espejo, Solange veía su rostro desencajado, sus tetas colgantes y detrás suyo aquella espalda ancha y poderosa, aquel torso esculpido, moviéndose rítmicamente mientras la sometía sin piedad. En las caderas sentía que las manos del stripper la aferraban como garras y cada tanto le daba palmadas en la cola, mientras le ordenaba que se moviera. Solange movía el culo hacia los costados, hacia adelante y hacía atrás, a pesar del dolor gozaba de manera indescriptible. Él la aferró del pelo y comenzó a darle más fuerte. Entonces Solange perdió todas sus inhibiciones y empezó a gritar. 

-Sí, sí, dame así, dame más, más, más...dame fuerte, dame esa verga hermosa, dame mucho!!! 

En ese momento él acabó. Solange sintió los latidos de su pene durante la eyaculación. Lamentó el preservativo, le hubiese gustado quedarse con le leche hirviente de aquel semental. 

 


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