Un dia para soñar
Un día cualquiera, uno de tantos, me levanto más bien temprano me aseo me preparo un café con leche y así de paso la medicación.
Me visto adecuadamente con ropas y zapatos cómodos para caminar durante bastantes horas, cojo la mochila mi libreta una pluma el móvil y una botella de agua por si me diera sed, abro la puerta y comienzo a bajo las escaleras y llego a la calle, comienzo a caminar sin ningún rumbo definido sin tener demasiado claro hacia dónde dirigirme en este día.
Una vez que he empezado a caminar y después un buen rato llego a la plaza de las Nieves y al inicio de la Rambla Principal, continúo caminando rambla abajo hasta el final de la misma frente el Paseo Marítimo y el monumento a Francés Masía, me quedo un momento mirando hacia ambos lados del Paseo Marítimo, para decidir hacia donde encaminarme decido coger la dirección del Parque de Ribas Roger.
Llego al parque y comienzo a caminar por uno de sus senderos, al final de él y muy cerca de la valla que separa el parque de la arena, me encuentro con un mirador que me recuerda los lugares donde solían en otros tiempos hacer sonar los músicos sus instrumentos, ya que era una manera de que la música fuera escuchada desde distintos puntos, al propagase mejor el sonido en los grandes jardines.
Continúo caminando dirección sur, por el camino y la valla de obra artificial que separa el parque de la arena, encontrándome con unas escaleras que conducen a ella y que también me deja en una pasarela de madera, la cual hará más fácil llegar hasta la orilla.
Siendo uno de esos días en los que brilla el sol con no, mucha intensidad pero con la suficiente, para que sus rayos se reflejen sobre las mansas y limpias aguas, su arena compuesta de minúsculos granos, convertidos en esa fina arena que deja reflejar sus rayos como si de minúsculos haces de luz se tratara estando en el más absoluto silencio, brevemente roto por el sonido de las olas en su movimiento ondulatorio de acercamiento hacia la orilla y algunos graznidos de gaviotas.
En esos momentos mi interior se siente relajado y en paz consigo mismo, mi cuerpo decide echarse a descansar sobre esos minúsculos granos de arena brillantes, que mas, a mas, dejan escapar un agradable calor que mi cuerpo nota y le sirve de ayuda para llegar a tal punto de relajación, que el tiempo que transcurre apenas se puede apreciar, dejándome invadir por una paz, que a su vez me llena de unos pensamientos, que a su vez me alejan de todas la preocupaciones cotidianas, por eso es, uno de esos tantos días para soñar.
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