Caminando por el campo de golf a media mañana, veo a un hombre cuyo cuerpo no puedo describir, con un perro que lo lleva en brazos. Blanco y chico. Me digo, a mí mismo. El animal va incómodo. El perro incomprensiblemente lleva un jerséis azul, calcetines azules más claro que el jerséis, y para rizar el rizo una bufanda. Sigo andando enérgicamente, sudando por derecho. Me detengo, miro el reloj y son las 13:22 del día. Hace un calor, de estas calores que se sienten.
Regresando a casa, disminuyo el caminar y me pongo a reinar sobre el asunto. Deduzco haber asistido a un suceso macabro de sobreprotección obsesiva o simplemente iba camuflado o solo es una rutina diaria. Lo que yo digo es, que había tela, tela de calor (fíjate si había calor que llegando a mi casa había cuatro MOSCAS GORDAS DE CABEZA VERDE tumbada en la terraza de la casa de la esquina con crema VICHY)
Por si fuera poco, cuando estoy entrando en casa me para una vecina y me dice, con cierto desdén <<no te has enterado, gatos y pulgas han invadido el antiguo y abandonado hotel “El Prado”>> termino de decir, con la cara desencaja, como si uno tuviera la culpa de que gatos y pulgas hubieran invadido el antiguo hotel. Prosiguió con indignación la vecina <<por lo visto, los gatos salieron anoche en bandada destrozando contenedores y bolsas de basura –trago saliva y siguió- anda que anda…que miedo, dicen también que cuando terminaron de hacer el destrozo, hicieron sus necesidades y dejaron los excrementos en los portales de las casas>> entonces no me quedo más remedio que preguntarle, ¿y tú como lo sabes? <<me…me…me lo ha dicho mi marido, que me dijo, que se lo había dicho un sobrino del concejal del ayuntamiento –hizo una pausa y siguió- por lo que yo sé, desde el ayuntamiento están alertando e informando de la presencia de un montón de gatos y pulgas que están invadiendo a los vecinos, pero lo más grave –dijo la señora de forma coqueta- que, se habla incluso de colonias felinas>> mire a la señora y le sonreí. Luego al rato reflexione sobre lo que me había dicho la vecina, y me dije: ¡vaya crack, esta mujer es harina de otro costal! Ha utilizado el hotel “El Prado” que es un inmueble declarado como bien de interés cultural, de la zona, para contarme un embrollo de categoría, lo único que le faltó decir, es que los gatos eran “gatos bolchevique (risas)”. La verdad es que se echa de menos gente como éstas: fantasiosa, guasona, utópica y con arte en la historia. Lo que más me gusto fue su indignación al comienzo y un cierto coqueteo al final. ¡Qué grande, fantástica!
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