MICAELA 1

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Morena, curvas infinitas que casi no se podían maniobrar, tetas descaradamente tentadoras, piernas tan largas como la historia misma, que iniciaban con sus nalgas tan grandes, pero al mismo tiempo tan proporcionadas, traía loco a todo el vecindario, mas de una esposa andaba detrás de su marido, poniéndole cantaleta por esa hermosa mujer, que con todo lo que les he mencionado, dejaba regado a mas de uno, pese a eso, pocos se fijaban en sus ojos, de un café intenso, con un brillo y una pasión encendida. Los descubrí una mañana que la encontré camino a la tienda comunal, creí tener fortuna al observar como un papel de esos que cuesta se me venia de golpe después de una ráfaga de viento violento, que hasta ese momento no sabía de donde procedía, cuando levanté mi mirada después de recoger el billetito, y alertado por una voz que casi me hace correr, hasta miedo sentí de haber llegado a lo prematuro, suave pero fuerte a la vez me dijo:

- Vecino, ese billete es mío, la brisa me lo quitó de la mano.

Yo rápidamente le respondí:

-como no vecina ni más faltaba, solo estaba levantándole, para que usted no se pusiera en esas.

Entonces juntos sonreímos, la miré de frente queriéndome hacer el macho alfa del barrio, cuando me dio la espalda sentí una necesidad instintiva de voltearme a ver ese culo providencial, llevaba puesto una falda de primavera con todas las rosas juntas, una  simple camisilla que le delineaba el cuerpo, y sin nada a la imaginación, pues era tan descarada como lo profundo de sus ojos.

Corrí a casa, no dejaba de pensar en ese café intenso, y para ser sincero, solo podía imaginarle completamente desnuda, me recosté en mi cama parpadeé un par de veces y luego quedé dormido, con la sensación extraña de tenerle al lado. De repente solo volteé el rostro y le encontré, así como Dios la trajo al mundo, sostenía mi pene en sus manos, y le susurraba con su lengua cuan feliz y complacida le hacía, lo bañaba en su saliba y lo hacía conversar también en sus pechos, con una mano me tomaba el miembro y con la otra me daba a probar de su esencia de mujer, suavemente se lo llevaba a su boca y hacía girar su lengua produciendo en mi sensaciones innumerables, de repente empezó a lamer de forma extraña mi cara, empecé a sentir desagrado, para mi sorpresa mi pequeño perro Terry, me sacaba de mi proceso onírico, con el pantalón tan manchado como la cara, sólo pensaba ir a la ducha a darme un baño, ensoñar y recordar lo vivido aunque solo hubiera sido un sueño.


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