Al fin que... Ya estamos mojados

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Desde que Salí del trabajo, una sonrisa me invadió el rostro, pensaba que era por haber salido dos horas antes de trabajar porque la lluvia se metió en la oficina, o el intenso aroma a CH que consumía esperando el camión que me llevaría al metro universidad. Pero es que el destino ya me había tocado y muy dentro de mí… lo sabía.

El camión se detuvo y siete personas abordamos entre ellas yo, muy junto a aquella mujer de piel blanca y manos extremadamente pequeñas que me embriagaba con el olor de su esencia, su cabello rizado era por momentos un amortiguador a mis labios que rozaban su nuca cuando el camión frenaba.

Me sonrió después de la segunda vez que mi cuerpo estaba junto al suyo, mi primer impulso fue el de separarme pero luego de ver como mordía sus labios ese impulso se extinguió, me aprovechaba del exceso de gente y el vaivén del camión para frotar mí ya notable erección en sus nalgas suaves y delicadas, ella, por momentos me empujaba el culo frotándose aún más fuerte y al unísono, un gemido salió como implorando no detenernos.

El camión se detuvo en el primer puente, afuera una lluvia imponente y gruesa hacia titubear a cualquiera que osara salir, ella y yo, tomados de la mano, sin habernos dicho nada decidimos correr los casi 100 metros de lluvia y subir las escaleras como dos niños.

Bajamos y ante las miradas sorprendidas de los pasajeros, corrimos sintiendo la lluvia en la cara y salpicándonos con los pies, subimos las escaleras y al terminar nos paramos a descansar.

Mojados, excitados, con la respiración y el pulso rozando el límite, nos miramos a los ojos y solo pudo darse un evento. Mis manos entraron por su abrigo abierto tomándola de la cintura y ella me rodeo el cuello con sus frías manos. Nos besamos tan desesperadamente que por momentos sentíamos el vapor saliendo de nuestro abrazo.

Aun sin decirnos nada, nos fuimos a un vagón del metro, besándonos como dos novios, como dos animales, ¿quién sabe? Lo que si se es que, estábamos muy calientes, nuestros cuerpos se defendían de la lluvia fría y nos mordíamos los labios tan fuerte que una vez note el sabor de sangre, tal vez mía, o de ella, no importaba.

Llegamos a la estación centro médico, y salimos corriendo tomados fuerte de la mano, sabiendo que un hotel estaba junto a la estación, afuera la lluvia era una réplica de la anterior, una vez más nos miramos a los ojos que hervían de lujuria y deseo, corrimos entre la lluvia y las miradas de la gente hasta llegar a la puerta del hotel, nos registramos, no recuerdo que nombre puse pero no olvido que la chica que estaba en recepción ondeando la palma de su mano nos apuró a nuestra habitación porque según ella nos iba a hacer daño la lluvia.

Con un talento asombroso abrí la puerta mientas nos besábamos y acariciábamos con pasión, ni siquiera llegamos a la cama cuando su abrigo y mi saco mojados yacían en el suelo, me quite la camisa y ella su blusa de botón, con sincronía nos quitamos zapatos y pantalones, dejándome ver su cuerpo exquisito y fino, con esa piel tan tersa que parecía de cera.

Mis manos estaban por bajar mi bóxer cuando ella se arrodillo ante mí y me dio una palmada en los nudillos, de su muñeca deslizo una liga y se amarro el cabello, sus manitas bajaban mi bóxer delicadamente que podía verse centímetro por centímetro lo largo de mi verga, termino de bajarlo de un jalón y mi pene salto a su cara completamente duro y caliente, lo tomo entre sus pequeñas manos y parecía verse aún más grande, me masturbo un par de veces y sin avisar se lo llevo completo a la boca, sus chupadas me estrujaban y sus caricias en mis testículos me hacían gemir como toro. Tomaba su cabeza y empujaba toda mi verga hasta su garganta y era increíble la sensación de su saliva en mi escroto, no podía más y la puse de pie, quite su sostén para chuparle esos pequeñitos pechos con unos pezones duros y oscuros.

Mientras lamia sus pechos mis manos bajaban su pequeña braga, solo dio dos pataditas para que cayera en la alfombra y en ese momento, la tome de sus ricas nalgas y la cargue para colocarla en mi verga que ya quería sentirla.

Poco a poco sus jugos cubrían mi pene, sus uñas se aferraban a mi espalda mientras sus dientes marcaban un circulo en mi hombro derecho, ambos gemíamos sollozando sin parar, finalmente me tenía completamente adentro y una pausa se hizo presente para vernos una vez más a los ojos.

-No me tengas piedad…

Ese tono agudo de una voz tierna me lleno de depravación y mis manos apretaron sus nalgas con fuerza, la subía y la bajaba haciendo que esa voz se repitiera en forma de gritos, luego de penetrarla fuerte chupando su cuello esos gritos invadieron la habitación.

La recosté en la cama y la abrace fuerte de la cintura, con sus manos abría sus piernas y yo empujaba con todas mis fuerzas chocando mis huevos en sus muslos, su respiración se entrecortaba y escucharla me hacía morderle como un loco sus tetas, su cuerpo se retorcía y sus gemidos se hicieron más agudos, no podía quedarle mal y con todas mis fuerzas la tome del cabello chocándola a mayor velocidad y fuerza.

Sentí como si me estuviera orinando, un chorro inmenso me mojaba los muslos y empapaba la colcha, fue una sensación un tanto extraña que mi primer impulso fue el de salirme de ella.

-No te detengas cabrón… Cógeme.

Sin perder tiempo continúe chocándola fuerte y rápido hasta que ella misma me pidió parar, la abrace fuerte y ambos recuperábamos la respiración con dificultad, su vagina me apretaba la verga producto de esos singulares espasmos, era delicioso sentir el calor de su sexo, eso me hacía excitar más todavía.

-Me quiero voltear.

Asentí con la cabeza y nos colocamos en el otro extremo de la cama, se colocó en cuatro con su dedo ensalivado frotó su culo, no había más que decir, mi verga fue hasta su ano y comenzó a entrar tan dura y tan caliente como en el principio, sentir su presión me tenía ya muy caliente que no pude hacer otra cosa que moverme para terminar dentro de su culito, un rio de semen salió disparado con ardua pasión que quede totalmente sin fuerzas, me recosté sobre su espalda y ambos nos quedamos dormidos unos cuantos minutos.

-Debemos irnos guapo. –Me dijo ya medio vestida

-Hola deliciosa.

-Entonces si sabes hablar. –Me dijo sonriendo, dándome mi ropa aun mojada

-También me agrada escucharte. Soy David, por cierto

-Yarely

-Mucho gusto Yareli.

-Creo que nos dimos más que un gusto David, no sé si fue la lluvia, o el ni siquiera conocer tu voz pero, esta cogida es de las mejores que he tenido.

-No podría estar más de acuerdo.

-¿Nos vamos?

 

Y así, salimos con el cielo escampado y nos fuimos al metro, para no volvernos a ver.

 

 

 


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