El quince de octubre fue la primera vez que entre a una tienda de lencería. No sé cómo me mirarían las muchachas, pero a lo que puede adivinar por sus miradas, era que estaban desconcertadas, confundidas, alerta; Intuían que yo no era lo que aparentaba, esto las ponía nerviosas. Esto, era algo normal, algo que formaba parte de mí día a día. Desde muy pequeña me sentí diferente, como que había algo en mí que no concordaba con el universo en el que existía. Eso me hacía sentir especial; claro, esto era cuando yo aún era una pequeña escuincla. Después, al crecer, fui notando que no tenía nada de especial. Que solo era un muchachito más del montón de otros muchachitos. Luego llego la universidad, pasaba por una etapa en la que no comprendía mucho o nada, experimentaba sensaciones que, ahora que recuerdo, nunca pude describir. Y en la tienda de lencería, las miradas de esas mujeres, me volvieron a recordar esos tiempos de incertidumbre, de tristeza, de soledad. Pero ahora estoy bien, se quién soy, tengo claras mis metas. Pero hoy solo me importa esa nueva pieza de lencería que ara resaltar mis pechos en el vestido negro de escote, que me compre el domingo pasado. Estoy muy nerviosa, nunca antes había salido con un chico. Imagínense, a mis veinte y seis años, nunca haber salido en una cita ¡qué vergüenza! Pero antes, no me sentía segura, ahora con mis nuevos pechos eso ha quedado atrás. Ya nadie podrá mirar me extrañado, por llevar un vestido, tacones, aretes, maquillaje y no tener pechos. Yo sé que eso no debería importarme, pero que quieren, soy superficial, y así soy y nunca voy a cambiar. Lo bueno es que ya tengo mis tetas, hasta las he bautizado, a una la llame flaminga y a la otra lucero, son preciosas, siento que son parte de mí, como si siempre hubieran estado conmigo, no como si fueran unas bolas de plástico que metieron debajo de mi piel morena. Tengo veinte y seis años. Desde hace cuatro, sentí que en realidad yo no era hombre. En mi interior, desde que tengo memoria, desde la primaria, aunque en ese entonces no hubiera podido nombrarlo así, presentí, que yo era una muchachita, tierna y delicada, atrapada en un cuerpo de hombre (lo que una liposucción y mis pechos ayudaron a desvanecer) Me pregunto si lo notará, o, por el contrario tarde en notarlo. Tal vez tengamos un par de citas y hasta la cuarta o quinta, sepa que algo raro pasa. Al fin, así son los hombres, no cachan muchas cosas a la primera, no tienen ese sexto sentido que nosotras tenemos. Pero no hay que apresurar las cosas, si no dice nada, yo no le diré nada. Pero estoy segura que si esta relación pasa a ser algo serio, tendré de una u otra forma, que decírselo. Que no me diga que quiere tener hijos, porque, para eso si, aun no hay operaciones.
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