Todo

Cuando todo lo tienes...

La reina de la copla bajó del avión. Los fotógrafos y periodistas la esperaban cual jauría. Ella respondió a las preguntas con su dulce voz de oro y su fantástica sonrisa, que a tantos enamoró.

Tras su baño de gentes, penetró en la limusina que la transportó a la zona más cara de la ciudad. Allí, dominando el vello paisaje, lustraba una de sus mansiones. Entró en su habitación, observando la bandeja con el abultado correo. Cartas de sus seguidores que mañana contestaría su manager.

Por fin, tras despedir a los entrevistadores y ordenar al servicio los quehaceres de rutina, pudo ocupar la inmensa cama vestida de seda azul.

Las horas pasaron haciéndose viejas y la madrugada entró de puntillas. La luz de la luna, furtiva y sin permiso, escrutó la lujosa habitación. La tonadillera se levantó abriendo la ventana. Y como tantas otras noches, cantó a las estrellas una triste canción. Nadie se la escribió, pues salía un vació corazón. Nadie la escuchaba, pues la soledad y el silencio la orquestaban. Y mientras su dulce voz, de pena, a las estrellas ciegas dejaba. Sus lágrimas caían en la hiedra que por su pared trepaba. Y regada con tal amargura, su tronco era fuerte y su color vivo, mas ninguna planta a su lado moraba:

Mírame luna,

Y no digas nada.

Ya sé yo, que a ti,

las estrellas no te hablan.

Que te cantan los poetas,

Y tú, no oyes nada.

Ahí, tan alta.

¿Quién te alcanza?

Con tu vestidito de plata

y tu sonrisa iluminada.

¿Para quién te engalanas?

Lunita solitaria...

No digas nada,

Que asustas al silencio...

El único que te acompaña.

...Descubres lo que té falta.

     Jesús Cano