¿Qué es sino el amor?

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Abrazándose nuestros brazos, besándose nuestras comisuras, acariciándose nuestras mejillas, intuyéndose nuestros ojos, tocándose nuestras mentes, mezclándose nuestros pensamientos, fundiéndose nuestras almas; todo el mundo alrededor era nuestro, y nuestros seres eran el mundo en ese momento de felicidad absoluta que nos unía cuando tu boca buscó mi nombre.

Las ventanas de tu alma buscaron el camino hacia la mía y ambas se encontraron de nuevo; nunca olvidaré tu mirada, y mucho menos el sonido de tu voz entrando dentro de mí y revolviendo de nuevo mis tripas como la segunda vez que me hablaste:

—Amor… —susurrabas a mi cabello entrometido —. ¿Has oído lo que dicen acerca de las almas gemelas? —Tanteabas el terreno.

—No. ¿Qué dicen acerca de nosotros, mi vida? —Reían mis dulces labios observados.

—Pues dicen que… —Tu boca paseaba por mi cuello—. Cuando aún no estás preparado para estar con tu mitad, —Una fría mano se refugió bajo mi camiseta —. La vas perdiendo en todas tus vidas, —Tus dedos comenzaron a hacer dibujos sobre mi suave piel—. Hasta que la conoces cuando ambos estáis listos para encontraros, —Besaste mi hombro—. Y, entonces, podéis estar juntos para siempre.

Te miré buscando en tus ojos algo que no podía encontrar en ellos.

—¿Y tú qué crees de lo que dicen? —Besé tu nariz. Sabes que me encantaba.

—Yo sólo creo una cosa.

—¿El qué?

Nuestras almas se besaron en ese mismo instante…

— Todo lo que salga de tus labios, es lo que voy a creer siempre.

No pude evitar dejar escapar una sonrisa embobada.

—Dime que me quieres —Exigió.

—Te amo.

—Pues eso es lo que creo. No necesito más vidas para amarte.

Mis mejillas se sonrojaron con timidez al mismo tiempo que una dulce y agradable sonrisa inundaba tu varonil rostro.

Nuestras manos se unieron, nuestros dedos se entrecruzaron, nuestros rostros se acariciaron… En ese mismo instante lo poseía a todo él, y aun así lo anhelaba en toda su totalidad.

No recuerdo ningún instante posterior a ese que sea capaz de añorar tanto.

El amor fue bello, efímero, fugaz, ahora apenas un bonito recuerdo.

El dolor al perderlo fue, por el contrario, el símil de mil dagas clavándose al mismo tiempo en mi corazón, un veneno que no se iba por más que lo deseara, una llaga dolorosa que no podría arrancarme de la piel, una fea cicatriz que no podré borrar jamás.

Pero, ¿qué es sino el amor?


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