Nos obligaron a salir y nos llevaron a la orilla del río. Separaron a los hombres y los llevaron un poco más lejos. No vi lo que les pasó, sólo oí el estruendo de los disparos, y como los gritos cesaron. Luego cogieron a las mujeres y a las chicas jóvenes, arrastrándolas hacia las casas que había cerca. Mi abuela y yo nos quedamos solos. Uno de los soldados se acercó hacia mi. Mi abuela se me puso delante para frenarle el paso. El soldado le dio un golpe con la culata de su rifle en la cabeza. Cayó desplomada. Me quedé inmóvil. El soldado escupió y empujó con el pie el cuerpo de mi abuela al río. Lo último que recuerdo es como su pelo se enredó en unos matorrales de la orilla mientras las aguas empujaban con tal fuerza su cuerpo que acabó separándose de su cabeza.
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