Mi esposa es prostituta Parte III

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Se subió a un carro deportivo, y cuando la novia del chico se iba a subir atrás, al darse cuenta de los encantos de mi esposa que ahora quedaban todavía más al descubierto, decidió acompañarla. Fue una sesión candente de caricias y besos. No pudo más y tuvo un orgasmo muy intenso y ruidoso.

“Ken, creo que hemos elegido a la mejor” dijo Gladys la novia del chico sin dejar de masajear los pechos de Laura y sin dejar de chuparle su ahora completamente inundada vagina.

Llegaron a una mansión a todo lujo. Tenía piscina y un bar espléndido. Le ofrecieron una copa y Laura como toda una profesional dijo “Guapos, después de tener sexo normalmente no me gusta hablar de dinero, ¿no les molestaría pagarme por adelantado para empezar cuando ustedes quieran?” El joven en respuesta se retiró a una de las recamaras y regresó con el dinero en la mano. “Cuéntalo por favor”, “No es necesario, me parecen personas serias”.

De pronto Gladys, dijo “¿puedo empezar?, me muero por seguir probando tus labios y sentir tu piel” “Soy toda tuya”, exclamó Laura y quedó de pie con su vestido transparente. Gladys se abalanzó a besarla y acariciarla por encima del vestido. Rápido puso su mano en el depilado pubis de Laura. “Hueles a rosas” dijo Gladys mientras se hincaba para empezar de nuevo a chupar el clítoris de Laura que le ayudó para que le quitara las pantys y la tanga. Gladys se aplicó metiendo la lengua y chupando los jugos que ya empezaban a fluir en mi mujer.

De pronto Laura sintió el cuerpo desnudo de Ken que se puso atrás de ella. Sintió un miembro bastante respetable, un cuerpo completamente velludo y atlético. Sin orden alguno, las dos mujeres se pusieron a chupar y acariciar el falo de Ken que gemía de placer; él penetró a Gladys mientras ésta mamaba la vagina de Laura; penetró a Laura mientras chupaba la vagina de Gladys; Ken se acostó y Laura lo cabalgó mientras ella se comía a besos a Gladys, después intercambiaron. Ken, Laura, Gladys en cualquier orden y cualquier posición. Orgasmo tras orgasmo, sin sincronía pero con muchos gemidos y fluidos corporales.

Laura y Gladys se pusieron en 4 mientras Ken penetrando a una, al mismo tiempo le introducía un juguete enorme a la otra, mientras las dos se besaban frenéticamente. Cuando Ken se vino, parecía que las dos competían por comerse entre besos profundos llenos de lujuria, saliva y semen.

Así pasaron 4 horas en un ciclo que se repitió al menos 3 veces con dos intermedios de descanso.

Al fin Ken y Gladys se quedaron profundamente dormidos. Cuando Laura se repuso un poco, se visitó lentamente, reparó en la cartera de Ken sobre la mesa en la que estaban las copas semi llenas y los juguetes sexuales. Solo por curiosidad hurgó para ver que Ken aún traía algunos otros billetes de mil pesos. Además vio su credencial: “Lic. Ken Roger D´caprio. Director General Administrativo. Bienes Raíces….”. La dejó en su lugar y puso una nota en la que escribió con lápiz labial su número de celular, un beso como sello y un muy lacónico “gracias”.

Cuando salió yo la estaba esperando afuera. Me había enviado en un mensaje la dirección.

“¿Cómo le fue a mi puta preferida?” Ella lanzó un resoplido con una mezcla de cansancio y satisfacción. En respuesta sacó lo que ella suponía que había sido su cuota de 15 mil pesos en esa ocasión. Cuando los contó, se sorprendió, habían 17 mil pesos.

“Creo que mis clientes quedaron más que satisfechos y yo saqué en un sola vez lo de toda la semana”, dijo ufana.

Pude ver que a pesar de un cansancio profundo, tenía un brillo muy especial en su mirada. Su sonrisa delataba una satisfacción muy similar a la que tenía cuando checaba el depósito quincenal de René. Sin que se diera cuenta, vi como acarició sus labios con la lengua como recordando algún orgasmo suyo o de sus primeros clientes. Casi instintivamente se puso la mano en el pubis como cerciorándose de que todo lo que había vivido en las últimas 5 horas, se lo debía a esa parte tan sensual de su cuerpo. Después reaccionó y también le dio las gracias a sus pechos acariciándolos, a sus torneadas piernas, a su frondosa cabellera. Se tocó el vientre como si en él estuvieran almacenadas todas las experiencias, el placer y los recuerdos que gracias al sexo había tenido en la vida.

Cuando me contó en la cama entre bostezos todo lo que ya he relatado, yo me masturbaba frenéticamente. Me vine solo acompañado de sus ronquidos y de un vibrador. Bajé a chuparle su pubis que olía a sexo fresco. Ella sin darse cuenta de que eran las 6 de la mañana del sábado, me dijo somnolienta, “mejor mañana amor, ahora estoy rendida y completamente seca”.

Se durmió desnuda, tibia y húmeda mientras yo me volvía a masturbar mientras me penetraba con su consolador. Trataba de imaginar todos los placeres que ella había vivido apenas hacía unas horas.

Deseé ser ella, deseé ser mujer, deseé ser puta.


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