Por casualidad la conocí aunque al destino culpé. Estirados en una hamaca durante una fría noche, el balanceo nos invitaba a soñar. Más no podía pensar en nada más que el presente mientras una calida voz llegaba a mis oídos. Cuanto más deseaba que ese instante durara para siempre más efímero parecía. Y yo tan contento como triste me quede en blanco a la vez que ella me preguntaba que en que pensaba. Ninguna palabra podía escapar de mi boca y los pensamientos alborotados en mi cabeza luchaban por salir. Pero no podían, por más que lo intentaban no podían. Ella insistía, y yo callaba. De pronto una grieta pareció abrirse entre los dos y a cada segundo que pasaba más lejos la veía. Que doloroso ese sentimiento y que arrepentido me siento mientras solo huyo de todo.
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