Podía observar a través del gastado ventanal antiguo del salón de mi hogar, como la lluvia transformaba aquella tarde de verano, en un día parecido al de un rato de invierno. Acababa de despertar de mi corto sueño en el sofá gracias a aquel sonido del agua aun solapado por los cristales. Solo con la calma y el sonido del agua cayendo, me hicieron percibir la sensación de sentirme bien y olvidar por momentos los amargos días que estaba viviendo.
Al instante decidí abrir una parte del ventanal y casi a la vez de escuchar esa madera crujiendo, el sonido del exterior exploto de golpe en mis oídos. Me sentí libre y tranquilamente pensé que pertenecía y era parte de todo ese espectáculo con todo su radiante esplendor. Sin resistirme asimilé su grandeza y entré de lleno en aquel mundo visual y sonoro.
Acto seguido decidí añadir música a mi evento privado. Encendí el equipo de audio y comenzó y apareció esa primera canción de los años 50 cantada en inglés. Los cuatro nos mezclamos en perfecta armonía, la calma, la lluvia, la canción y yo. Y parecía que el universo se había detenido solo para mí.
La alegría por fin eclipso mi tristeza recorriendo mi cuerpo entero, pero no mis pensamientos que, insistían recordándome con voces interiores que me cuidara, ya que había estado a punto de morir dos días antes en aquella sala de quirófano.
Una operación importante de la que tan solo recuerdo unas palabras cuando ya casi no era consciente de nada.
-¿a qué te dedicas Carlos?
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