Para poder atenderle antes a María, empecé a primera hora. Estaba mal y tenía ducha. Primaba el protocolo antes que su salud. Fue como levantar un cuerpo ingravido cansado de vivir. Pensé que se me quedaba. Ya no se quejaba. Ya no hablaba. Finalizaba la vida de una persona muy negativa, a la cual la vida le había tratado bien pero con muchísimos problemas de salud…. Al acostarle en la cama se quedó tranquila. No desayunó. Ya no admitía alimento alguno. Le mojé los labios. Es lo único que podía hacer. Ella lo rechazaba todo, salvo las manos de sus hijos que la acariciaban, cuando venían a la tarde a visitarle. Ellos eran conscientes de la salud de su madre. Nada podían hacer. Solo intentar que estuviese lo más tranquila posible y lo conseguían.
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