LA APUESTA 2

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Enviado el , clasificado en Terror / miedo
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Jaime procuró pensar en algo más alegre que le aliviara de la triste postración que le embargaba

derivada de aquel luctuoso espacio y se aferró al recuerdo de la bella Teresa que era la hermana

de su mejor amigo, y tomó asiento en un banco de piedra mientras se encendía un cigarro.

En aquel instante, Jaime notó que algo se movía a su lado; era como un rumor. Se giró con

brusquedad y pudo comprobar que se trataba de la hojarasca que caía de un árbol que había

cerca de una tumba que cripitaba al ser barrida por el viento. "¡Seré bobo de asustarme por esta

tontería!"- se dijo a sí mismo.

Como se aburría, se entretuvo en leer el epitafio que estaba escrito en una lápida que decía:

"MI CUERPO DESAPARECERÁ, PERO MI AMOR HACIA TÍ TE SEGURIRÁ EN LA ETERNIDAD".

Cuando el estudiante se hartó de estar en aquel rincón, se levantó de aquel asiento y se apercibió

que a lo lejos había una silueta blanca que se izaba en la oscuridad. ¿Qué diablos era aquello?

 Bien podría ser el pazgüato de Martín que quería gastarle una broma para ganar la apuesta.

¡Pero a él se la iban a pegar!

-¡Eh, Martín deja de hacer el idiota que te he visto! - gritó jaime con cierto histerismo.

Mas no obtuvo respuesta, y la fantasmal silueta permanecía con una inmovilidad provocativa,

grotesca; parecía un espantapájaros esperando la llegada del estudiante.

Jaime corrió hacia aquel siniestro perfil dispuesto a enfrentarse con lo que fuese. A lo mejor podía

ser un vagabundo que había ido allí a pasar la noche.

De súbito, la figura empezó a moverse; se diría que se inclinaba hacia un lado. Mas cuando jaime

hubo llegado hasta ella pudo ver que no era más que una simple crus blanca y que había dado

lugar a que su percepción se alterase lo suficiente como para producirle una terorífica impresión.

No obstante Jaime enseguida advirtió que efectivamente a sus espaldas había un escurridizo bulto

que se movía con agilidad.¡Luego sí que había alguien allí! Y se le erizó el cabello. Pero aquel

miedo duró unos escasos segundos porque nuestro amigo descubrió que quien se movía era un

gato. El animal por lo visto se había colado en el cementerio, y asustado de la presencia de aquel

hombre saltaba de una tumba a la otra.

Acto seguido Jaime se dirigió al pabellón donde estaban enterrados los más marginados de la

sociedad, como los herejes, los delincuentes... y también los más pobres. En aquel modesto

departamento la mayoría de los cadáveres se hallaban sepultados en una fosa común, dando a 

entender que muchas de sus almas podían andar errantes por nuestros derroteros sin poder

entrar en el Reino Celestial.

Esta creencia podía tener su fundamento, porque Jaime observó con espanto que desde dicha

fosa común emergían de un modo etéreo, fantasmagórico unos vapores evanescentes de una

ténue luminosidad que se elevaban en el aire. Pero este singular fenómeno lejos de ser entidades

espectrales eran los "fuegos fatuos". Es decir, eran los gases que se desprendían de las sustancias

químicas de los cuerpos en descomposición.

- ¿Dónde estará la tumba del famoso corregidor? - se preguntó jaime en voz alta.

"¡Estoy aquííí..." - susurró lo que parecía ser una voz lejana.

Jaime quiso abandonar aquel sombrío recinto, pero sintió que fatalmente "alguien" le tiraba con

fuerza de la capa; era como si una potente y cadavérica mano que surgiese de una tumba se

empeñase en retener, en atrapar al arrogante estudiante para llevarlo al infierno.

-¡Nooo! - gritó aterrado jaime.

Mas la zarpa seguía tirando, y tirando obstinadamente de la ropa del intruso.

El joven cayó de bruces al suelo, al tiempo que trataba inutilmente de librarse de aquel asedio,

cuando de entre las sombras surgió una presencia humana que parecía levitar en el aire.

Cuando aquella misteriosa presencia estuvo junto al desafortunado Jaime, éste pudo distinguir

unos ojos que le miraban con odio. ¿Sería el espectro del corregidor francés?

lY sin más dilación la figura agarró por el cuello al atrevido estudiante.

Al día siguiente, el guarda de aquel cementerio descubrió el cadáver de jaime, y comprendió

lo que había pasado. Aquellas fuertes ráfagas del viento nocturno habían hecho que su capa se

enrerara de tal manera con las rejas que protegían un mausoleo que le causaron  la nefasta

sugestión - pues la sugestión tiene más poder de lo que se puede imaginar-, de que un alma en

pena había agarrado la ropa de jaime para llevárselo al otro mundo. Por tanto era evidente que

aquel estudiante había muerto de miedo.

¿Este relato es un caso real que sucedió en Cervera, o es una leyenda popular? No lo sé.

Pero lo curioso del asunto; lo que sí hay que subrrayar es que esta misma historia ha viajado a

través de unas ondas electromagnéticas que fluctúan en el aire, como las imágenes que se

proyectan en la televisión, hasta alcanzar el inconsciente colectivo de la Humanidad canalizada

en diferenrtes razas, y culturas del planeta.

Por eso, yo aconsejo a los amigos lectores que no se les ocurra visitar los cementerios a altas

horas de la noche.

 

 

 


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