Las palabras del viejo no dejaban de retumbar en mi cabeza pues la verdad cayó sobre mi como pesados ladrillos. Así que no pude hacer otra cosa más que subir a la azotea y contemplar la inmensa ciudad de noche, millones de luces alumbrado la tierra como si fuera el reflejo del cielo estrellado, jamás había visto tantas estrellas en el cielo, imagino que fue un regalo del viejo, una última vista espectacular para la única proyección de su memoria que por algún accidente fortuito pudo obtener una conciencia independiente y vivió en un mundo irreal sin saberlo durante 30 años.
Poco a poco las luces se fueron apagando en secciones, a lo lejos se escucharon algunos gritos, no podría decir que eran de terror, pero por alguna razón me causaron escalofríos. Sección tras sección las luces se fueron y las estrellas dejaron de brillar, una oscuridad total y ningún sonido a mi alrededor. El viejo había muerto y con él, un mundo que durante toda mi existencia creí real.
Ahora solo siento miedo, pues se que él trascenderá de alguna manera en la naturaleza, pero yo siendo un recuerdo con mente propia desapareceré y nadie en ningún lugar y en ningún plano existente tendrá registró de mi o del mundo que creó involuntariamente un hombre que vivió soñando despierto 95 años.
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