Érase una vez un prado, un prado protegido por los humanos donde vivían diferentes tipos de animales y plantas. En ese increíble lugar habían dos amigos inseparables: un conejo y una margarita. Su amistad era algo extraña por ser de diferentes especies, pero se respetaban y charlaban cada día.
- Hey, bro, ¿cómo estás hoy?
- Bueno, brah, la verdad es que los rayos mañaneros de hoy se ven muy apetecibles.
- ¿De verdad, bro? Pues a mí me apetece comerme a tu primo.
- Qué bromista eres, brah - se ríen estrepitosamente.
- Bueno, bro, tengo que desayunar.
- De acuerdo, brah, no comas mala hierba.
Aquel campo fue menguando.
- Hey brah, mis primos han desaparecido. ¿Sabes qué ha podido pasar?
- Ni idea, bro, yo solo sé que tengo hambre.
- Vale, gracias, brah...
- No estés triste, bro, todo irá a mejor.
- Gracias brah...
Más adelante el campo se fue recuperando.
- Hey, tú.
- Anda, si es una margarita, ¿qué asuntos tienes con una mala hierba como yo?
- ¿Has visto a mi brah?
- ¿Al conejo que lo devora todo?
- Es mi brah, tío...
- Si tú supieras... en fin, según mis compañeros, dicen que ahora los humanos se comen a los animales.
- ¿En serio?
- Yo solo digo lo que me han dicho. Yo no sé nada.
- Buah... gracias, pasto de vaca.
- Hey, un respeto, que ya ni vacas quedan que nos devoren, así que vivimos muy bien.
- Vale, perdona...
Se produjo un gran incendio en aquel bello campo.
- ¡Socorro, que alguien nos ayude!
- Cállate hierba remilgada, nadie entiende nuestro idioma, es más, nadie consigue escuchar nuestra voz.
- Pero... el fuego se acerca.
- Pues déjale... quizás es nuestro destino.
- Si mi brah estuviera aquí...
- Si tu brah estuviera aquí hubiese aprovechado para zamparte.
- ¿Pero qué locuras dices chaval?
- Olvídalo, disfruta tus últimos momentos.
En ese instante una niña y un par de humanos más llegaron con cubos de agua y entonces se escuchó un ruido muy fuerte que venía del cielo. Era un cacharro muy grande que soltaba agua. Después de una vivencia tan intensa, el fuego menguó y terminó por desaparecer.
El campo volvió a nacer.
- Mira, hierbajo, tengo nuevos primos.
- Vaya, qué suerte la tuya.
- Y todo es gracias a los humanos.
- Eso parece... aunque yo no lo creo.
- ¿Qué pasa mala hierba?
- Corre el rumor entre mis hermanos que el incendio fue culpa de un humano.
- Pero eso no tiene sentido. Fueron ellos los que nos salvaron.
- Eso es cierto, pero a mí me huele a plasta de vaca. Algo no encaja.
- ¿A qué te refieres?
- Primero no quedan animales porque los humanos se lo han comido, luego queman el campo y luego lo cuidan... ¿por qué iban a cuidarlo si antes lo iban a destruir?
- Aún no llego a donde quieres llegar.
- Creo que los humanos ahora nos devorarán a nosotros.
- Eso no es posible.
- Todo es posible, de hecho, he escuchado que a esos humanos los llaman vejiganos o algo así.
- Que nombre más feo.
- Ya te digo, hasta pasto de vaca suena mejor- se rieron a carcajadas.
Un día soleado se escucharon unos pasos en el campo y apareció aquella niña que intentó apagar el incendio. Vio a nuestra amiga la margarita y se acercó.
- Hey, ¿esta niña me comerá?
- No lo sé, pero no me agrada, le ha estropeado el peinado a mis hermanos y está matando a mis primos con sus monstruosos pies.
- ¡Qué bonita eres margarita! Eres la más bella de todo el campo... te ves muy sola, pobrecita.
- Oh, pero si ella sabe que tengo sentimientos y puedo sufrir, qué buena es esta humana.
- Lo que tú digas, plasta, yo ya paso de los humanos.
- No seas pejigero, parece una buena humana, ella nos salvó del fuego. Me va a proteger, me quiere, me dice cosas tan bonitas que mis pétalos se van a teñir de rojo.
La niña se arrodilló y acercó su cara a la margarita. La mala hierba se quedó sorprendida. Aquella niña devoró a la desdichada margarita y comenzó a devorar a los primos de esta. Hubo pánico entre los hermanos de la mala hierba y todos gritaban: ¡Corred, es un vejigano!
<<Ahora lo que faltaba es tener que temer a los humanos como si fuesen vacas>> pensó la mala hierba antes de servir de comida a la monstruosa niña.
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