El sobreviviente

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Este relato no es imaginario sino que todo lo escrito sucedió, y lo escribo como ejemplo de lo que pueden ocasionar las guerras, casi todas motivadas por el poder económico de amos lados, y en este caso la rareza estadística.

El 6 de agosto de 1945, a las 8:15 de la mañana, el bombardero estadounidense Enola Gay dejó caer sobre la ciudad de Hiroshima la primera bomba atómica utilizada contra población civil de la historia.  Fue autor del bombardeo el Estado de Estados Unidos de Norte América.

Justificó y muchos le creen todavía que con ello aterraban a los japoneses, que de esa manera se rendían y evitaban muertes de americanos. Alemania ya se había rendido el 8 de mayo de ese año.

En realidad querían probar en vivo el poder destructivo de esta nueva arma.

 Entre 70.000 y 80.000 de las 255.000 personas que se estima que por aquel entonces vivían en la población japonesa murieron en cuestión de segundos debido a la virulencia de la deflagración y a la tormenta de fuego que se desató a continuación.

Tsutomu Yamaguchi, nacido en 1916,  ingeniero, residía en Nagaski, del conglomerado Mitsubishi Heavy Industries.

En el verano de 1945 su empresa lo envió a Hiroshima, para que colaborara en la construcción de unos buques durante un periodo de 3 meses.

El 6 de agosto, llegó el ansiado momento de volver a casa.

 A primera hora de la mañana hizo las maletas y se dispuso a abandonar la ciudad en compañía de otros dos compañeros, cuando se dio cuenta de que se había olvidado los documentos que necesitaba para poder viajar. Rápidamente, se dirigió de a los muelles en busca de los papeles  cuando al bajar del tranvía, vio una bomba en el horizonte que descendía sustentada por dos pequeños paracaídas.

Instantes después una luz cegadora lo inundó todo, su cuerpo se vio zarandeado y arrastrado contra el suelo por una potente onda de choque y, antes de perder el conocimiento, notó cómo le ensordecía y perdía la visión. La bomba acababa de hacer explosión a sólo 3 kilómetros de donde se encontraba.

Al recobrar la conciencia comprobó horrorizado la devastación absoluta que se cernía a su alrededor, con edificios incendiados y destruidos, gente gritando de pánico y otras vagando por las calles completamente desorientadas.

Herido de gravedad, con la parte izquierda de su cuerpo con quemaduras graves, se arrastró como pudo hasta un refugio cercano, donde recibió atención médica básica y reposó unas horas.

Una vez que se sintió con fuerzas fue en busca de sus amigos, a los que encontró con vida, y juntos pasaron la noche en un refugio antiaéreo. A la mañana siguiente, volvieron a Nagasaki donde  consiguió que unos doctores le vendasen las heridas.

Lo que restaba de día y la jornada siguiente las pasó en reposo.

A pesar de su mal estado físico, el 9 de agosto fue a su puesto de trabajo, donde procedió a explicar a sus compañeros el infierno que había vivido en Hiroshima. Se encontraba relatando lo acontecido cuando, a las 11 de la mañana, otro bombardero estadounidense tira una nueva bomba atómica Nagasaki y convirtió gran parte de la ciudad en cenizas.

Al igual que había acontecido 3 días antes, la fortuna quiso que su empresa se encontrara a 3 kilómetros de la zona cero, lo que le permitió salvase por segunda vez consecutiva y, por increíble que parezca, sin ninguna herida adicional que sumar a las que ya tenía.

La falta de medicinas y de materiales de enfermería básicos como vendas provocó que sus heridas se infectaran y que sufriera varias semanas.

 Pasado ese periodo, logró recuperarse y pudo proseguir con su vida, marcada desde entonces por la pérdida de la escucha en su oído izquierdo, los vendajes constantes que se vio obligado a llevar durante años y la caída temporal de su cabello, que luego recuperó.

Tras finalizar la Segunda Guerra Mundial, este hombre trabajó como traductor para los marines estadounidenses asentados en territorio nipón. ¿Me pregunto no había  sentimientos de odio a los invasores que destruyeron de manera genocida 2 ciudades de su país?

Finalmente retomó su trabajo en Mitsubishi diseñando grandes embarcaciones para el transporte de combustibles.

Es de destacar que en los 45 años hasta su muerte en 2010 a los 93 años no tuvo ningún diagnóstico de cáncer, que es otra de las consecuencias de la exposición a las radiaciones.

Durante décadas Yamaguchi llevó una vida tranquila alejado voluntariamente de la atención mediática hasta que, siendo ya octogenario, decidió escribir una autobiografía titulada Ikasareteiru inochi en la que relató las experiencias excepcionales que vivió los primeros días de agosto de 1945.

Se estima que en total podría haber hasta 160 japoneses que también consiguieron salir con vida de ambas deflagraciones nucleares, pero el caso de Tsutomu Yamaguchi ha sido el único que ha sido confirmado oficialmente por el gobierno de Japón, aunque analizando lo que le pasó a este hombre las posibilidades estadísticas que ello suceda son realmente pequeñísimas.


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