Era una calurosa mañana de diciembre de 1959 en la cual a las 10 horas yo iba a rendir el último examen de piano en el Conservatorio Johan Sebastian Bach.
Estudiaba con una profesora y se rendía a fin de año.
En los años anteriores mis estudios habían sido un horror, no podía interpretar ni siquiera medianamente Para Elisa.
A las 9 de esa mañana llamó la profe diciendo que se postergó la cita para las 3 de la tarde. Y recién eran las 9……..
Yo había elegido para destacarme aunque solo fuera una vez el Estudio Revolucionario de Chopin, al que lo venía practicando desde hacía más de tres meses.
Al rato pasaron por casa Punqui y Gaucho preguntándome a qué hora volvía.
Cuando les conté del cambio me dijeron porque no íbamos a tomar unas cervezas en la casa de Georgi que estaba vacía porque los viejos se habían ido de vacaciones.
Gaucho dijo que se encargaría de las cervezas.
Lo esperamos en lo de Georgi y se apareció con “6 litros”. Nos pareció exagerado, pero despacito con el calor y conversando se podría. Además teníamos más de 4 horas. Empezamos analizando, como si fuéramos políticos avezados, que había pasado que después de pelear tanto tiempo en la larga huelga de la laica-libre habíamos tenido un fracaso tan rotundo.
Gaucho, que políticamente razonaba bien dijo que el gobierno hizo todo ese despelote, para, durante ese tiempo haber firmado los contratos que entregaron el petróleo a los gringos.
Esto lo hicieron y lo harán todos los gobiernos: un gran lío para que otra cosa no sea leída en los diarios ni escuchada en las radios, mientras hacen negociados y venden el país. Seguíamos charlando y tomado y tomando….. Las charlas y discusiones cada vez se tornaban más ásperas, pero sin llegar a las manos.
También teníamos otros temas, no era solo el asunto la política, estaban las minas, las minas………..
Pasado un tiempo y ya con un estado lamentable me fijé la hora y eran cerca de las dos. Les dije a los muchachos, que cuando vuelva seguimos con la cerveza, pero me avisaron que quedaba menos de medio litro.
Fui a mi casa y al rato apareció la profesora.
Me llevó al Conservatorio.
Estaba situado en Gaona y El Cid Campeador
Era en un segundo piso, parecía una especie de aula con sillas en las que estaban sentadas dos mujeres y el Profesor, él vestido con una especie de frac, barba, bigotes y pelo largos y blancos. Con aires de importancia.
También al frente había un pequeño escenario, al que había que subir por tres o cuatro escalones. Sostenía un piano de cola muy lustrado pero de sonido no tan bueno y un taburete.
Adelante mío había otros dos alumnos (no de la misma profesora), que interpretaron algunas cosas que creo que ni ellos sabían que era.
A mí me venía bien porque lentamente se iba retirando la resaca.
Al rato me llegó mi turno y el Profesor me preguntó que iba a tocar. Cuando le dije hizo una sonrisa burlona y me preguntó si estaba capacitado y lo había preparado, a lo que respondí con voz aguardentosa pero con convicción que por supuesto.
__Comience entonces alumno, dijo
La interpretación me pareció bastante aceptable, no pensé que Franz Liszt se habría puesto envidioso, pero me sentí conforme.
El Profesor (probablemente también estaba algo borracho) pensó que había estado muy bien.
Subió al para saludarme, darme un abrazo y entregarme el diploma. (lo tenía hecho antes porque por supuesto ya había cobrado) pero mi equilibrio era más que precario y ambos nos caímos desde el escenario al piso.
La peor parte la llevó el anciano ya que oí ruidos como si se hubiera fracturado algo.
Eso no le quitó fuerzas para poder putearme durante una hora y echarme.
A la profesora también
De esta manera se frustró mi carrera de pianista.
Pero la música no perdió nada.
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