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Se encontraron en plena avenida con el tumulto del mediodía en el centro de la ciudad.
Ambos callaron un momento. Se miraban sorprendidos. Fue ella quien quebró el silencio.
—Ahh, conque al fin lo encuentro.
La anciana actriz empezó a quejarse ante el cirujano de haber deformado su rostro.
Lo llamó incapaz, inepto, mediocre, ladrón.
El hombre la miraba sin responder media palabra.
Ella no cesaba de gritarle insultos.
Media hora después, cuando se calló, apenas atinó a decirle:
—Lo siento señora, pero yo no hago milagros.
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