Phallus dei VII (recargado)

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Alguna de las presentes rió a carcajada limpia. Eso hizo que Luisa, la de la ventosidad, se avergonzara un poco, lo cual contrajo sensiblemente su orificio anal haciendo que Paco sintiera más presión sobre su látigo y, de esa manera, terminara antes de lo debido. Llenó el depósito cual surtidor de gasolina y la fue extrayendo poco a poco de aquel culo celestial. Después observó hasta qué punto la había rellenado viendo como fluía su preciado líquido. Luisa llevó su mano hasta allí y limpió con ella el sobrante, dirigiéndola después hacia su lengua que la lamió completamente, repitiendo esa operación tres o cuatro veces más.

Mientras, Adela y Cristina, que momentos antes peleaban salvajemente, olvidaron lo ocurrido y se lanzaron hacia la liebre llorosa para terminar de enjugar sus lágrimas dándole cariñosos besos. Paco se retiró al cuarto de baño, se estaba orinando. Una vez allí decidió lavarse un poco y descansar unos minutos lejos de aquella jauría. Reflexionó si debía ya abandonar aquella casa o continuar ¿Cuándo se iba a ver en otra igual? Se sentó en un rincón y debió dormir algo porque le despertaron unos golpes en la puerta.

Abrió y se encontró con algunas mujeres totalmente desnudas pidiendo guerra. Pensó que, tal vez, ninguna de ellas había estado en la alineación de la pared y reclamaban su parte. Miró hacia el interior de la gran sala. El resto yacía sobre el suelo dando y recibiendo sin descanso (una meándose viva esparciéndolo sobre las demás). A Paco empezó a empinársele de nuevo.


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