La bibliotecaria, 2ª parte.

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Llegué al hotel y lo primero que hice fue ponerme cómodo, tumbarme en la cama y empezar a leer algún capítulo del libro erótico. Tras los primeros tres capítulos yo ya estaba con una erección de caballo, el libro estaba bien, trataba de unas amazonas, vivían en unos poblados y siempre estaban en guerra y lo que hacían con sus prisioneros, etc…. Pero lo que realmente me venía a la cabeza era la imagen de Mónica, la veía identificada en el libro y yo me imaginaba que era uno de sus prisioneros.

Cuando ya no podía soportar la excitación, me di cuenta cuando de mi pene, empezaba a salir líquido pre seminal a raudales, me desnudé y tomé el camino del cuarto de baño, encendí la ducha y con el agua casi fría debido al calor que ya de por sí había en la habitación, comencé a masturbarme pensando en ella. Inicié primero un lento vaivén dejando todo mi glande al descubierto y poco a poco incrementé la velocidad, la imagen de Mónica venía a mi cabeza una y otra vez, me imaginaba que estaba conmigo, allí mismo, en esa ducha, en como pasaba sus manos repletas de jabón y espuma por mi cuerpo, en cómo se deleitaba al verme gozar con cada una de sus caricias. Veía a Mónica acercar su boca a mis pezones, como poco a poco los iba lamiendo muy despacio, hasta que al final, sacaba sus dientes y me daba un pequeño mordisco en ellos. Luego se ponía en cuclillas y con sus labios rozaba mi miembro erecto, con sus manos acariciaba mis testículos suavemente y así, tras unas breves caricias, se introducía todo mi pene en la boca, sin prisa, lamiendo cada centímetro de mi glande muy despacio.

No tardé mucho tiempo en correrme de gusto, hacía mucho tiempo que no tenía relaciones y no pude aguantar tanta excitación. Terminé de ducharme y decidí ir a dar una vuelta por el pueblo, durante el paseo no dejaba de pensar en Mónica y su situación. Lo cierto es que no me vendría mal una persona para llevarme los papeles del trabajo, había gente en la fábrica que ya se ocupaba de eso, pero Mónica era una tentación difícil de superar y me apetecía tenerla cerca y poder disfrutar de su compañía, además a ella le vendría bien un ingreso extra. Pensaba en cómo decírselo y paré en una terraza a tomarme algo, hacía tanto calor que una cerveza bien fría era una buena opción. Me senté en la terraza en una mesa apartada y tras ser atendido comencé a darle vueltas al asunto. De repente apareció Mónica, venía andando, vestía la misma minifalda y blusa, las piernas parecían más largas y estaban muy bronceadas, llevaba gafas de sol y se había recogido el pelo en un moño, a cada paso que daba su cuerpo se movía en un sensual vaivén, llegó a la terraza y se sentó en una mesa ya ocupada por un grupo de personas. Después de pedirle al camarero su consumición, echó una ojeada a su alrededor y fue cuando me vio. Se levantó y comenzó a acercarse a mi mesa.

Hola! que sorpresa, dijo ella.

Si, que tal? Contesté al levantarme.

Me dio dos besos y dijo:

-Aquí tomando algo con unos amigos………. Acabo de salir de trabajar.

-Pues yo nada, estaba dando un paseo por el pueblo y paré a refrescarme, dije yo.

- Quieres venir con nosotros? Te presento en un momento…….

- No gracias, estáis ahí liados, otro día, dije un poco cortado

-Vale, como quieras….. hasta otra , dijo ella y tras esto se dio la vuelta y fue con sus amigos.

Durante el rato que estuve en la mesa sentado no pude quitar la vista de Mónica, no la miraba descaradamente sino más bien furtivamente, se la veía feliz, su sonrisa era una bendición, participaba activamente de la conversación y a cada poco estaba sonriendo. Vi también como unas cuantas veces miraba hacía donde yo estaba, incluso una vez nos quedamos mirándonos los dos como hipnotizados. Terminé mi cerveza y tras saludarle con la mano abandoné la terraza y continué con mi paseo, esta vez, ya de vuelta a mi hotel.

En mi habitación, después de darle muchas vueltas, decidí que la próxima vez que la viera le propondría trabajar para mí.

Después de una semana y una vez terminados los libros, fui una tarde a la biblioteca a cambiar los libros, con la esperanza y el nerviosismo de ver a Mónica. Entré en la biblioteca y allí estaba en el mostrador atendiendo a una joven, estaba espectacular, llevaba un vestido corto de verano, de esos de gasa y por encima de las rodillas, sin mangas y el pelo recogido en una coleta. Sus ojos brillaban como siempre y su sonrisa iluminaba la oscura biblioteca.

Como había gente en la cola, me fui a un ordenador y allí con mi carnet, dejé mis libros en un carrito, como han cambiado las bibliotecas…….ahora casi no hacen falta las personas, menos mal que en ésta había una bibliotecaria de lo más bella y simpática.

Una vez devueltos los libros, me dirigí a la sección de novela erótica y allí tras echar una ojeada a algún ejemplar, me decidí por una trilogía titulada” El clan de la guerrera”, tenía buena pinta y durante la ojeada previa a los libros, pude observar que había mucho erotismo y sexo explícito ( orgías, tríos, etc..). Cogí el primero de la colección y tras sentarme en una mesa empecé la lectura, al poco rato llegó Mónica:

-Que tal hijo mío, dijo con su acento andaluz, cuanto tiempo…

-Hola Mónica, que tal?

-Aquí, pasando la tarde.

-Mejor aquí que en una obra…contesté yo, menudo calor hace ahí afuera.

-Sí, la verdad es que aquí se está fresquito, lo malo es luego cuando sales.

Mónica estaba radiante, con su vestido corto de verano, su figura resaltaba aún más, no pude disimular el vistazo rápido que eché a su escote; ese vistazo se convirtió en mirada larga y penetrante cuando se acercó a ver los libros que había elegido, ya que, traía los primeros botones desabrochados y al agacharse sobre la mesa para verlos, pude contemplar a un palmo de mi cara su sujetador blanco de encaje, el pequeño pezón rosado se veía claramente a través de la trasparencia de su ropa interior, se le notaba duro, creo que por el frío del aire acondicionado o sería por la excitación……..

Además estaba su olor, que delicioso…….., tener a aquella mujer a tan corta distancia y mostrándome su pecho, fue determinante para que de inmediato surgiera en mí una erección descomunal, mi pene se puso duro como una piedra, mis bóxer no podían contener semejante calentura, me tiré hacia atrás un poco, para poder dejar un poco de espacio a mi endurecido miembro, en ese mismo instante Mónica bajó su mirada y creo que claramente pudo comprobar por si misma el motivo de mi incomodidad. Miró a mi entrepierna donde se marcaba claramente el tamaño de mi pene y después con una sonrisa en su boca me miró a la cara para decirme:

Me gusta tu elección,  buen gusto...


 Continuará......

 


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