LA AVENTURA SENTIMENTAL DE ROBINSON CRUSOE

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A mediados del siglo XVll un barco de vela en el que viajaba también una joven mujer; de ojos

grandes, y cabello corto; de espíritu aventurero que cumplía la función de enfermera, llamada

Victoria Holmes detuvo su trayectoria junto a una isla que duranrte un tiempo infinito había

estado desierta, la cual se hallaba en la Costa de América cerca de la Boca del Gran Río Orinoco.

La tripulación del  barco iba a explorar la isla en busca de un marino llamado  Robinson Crusoe

cuya nave había naufragado hacía veintiocho años, y era posible que aquel hombre se hubiese

refugiado allí. Si era así ¿en qué condiciones se podría encontrar? Pues a pesar de que él

estuviese con buena salud puesto que la isla contaba con suficientes recursos para la subsistencia,

lo más fácil sería que el tal Robinson se hubiera convertido en un salvaje; o en un ser misántropo

y  huraño. Sin embargo a Victoria Holmes que le gustaban los retos singulares, y había sufrido un

desengaño amoroso, el hecho de conocer a alguien que estuviese tan vinculado con la selvática

Naturaleza le excitaba de tal manera la imaginación que estaba dispuesta si las cosas iban bien,

a intimar con aquel naúfrago.

Se acercaba el ocaso del día, y el inmenso cielo había adquirido un tono carmesí que se

desplomaba en la llanura oceánica, a la vez que aquel agreste entorno se veía envuelto en un

halo bastante sombrío, cuando la tripulación del barco después de mucho caminar encontró por

fin la humilde cabaña en la que vivía Robinson Crusoe en la que no faltaba su huerto.

Victoria se apercibió que Robinson era un sujeto muy fuerte tanto de constitución física, como de

temperamento; moreno, y con una espesa barba.

Tras las presentaciones, todo el mundo pudo constatar que el naúfrago se mostraba turbado de

aquel encuentro porque había perdido la costumbre de relacionarse con el mundo civilizado

occidental. Y junto a él estaba Viernes con una melíflua sonrisa que era un indio nativo de aquel

lugar, y había sido el único contacto humano que Robinson había tenido en todos aquellos años.

Victoria se interesó enseguida por su salud.

- Estoy bien - respondió secamente Robinson-. Una vez caí enfermo de unas fiebres, pero Viernes

cuidó de mí haciéndome tomar unas hierbas medicinales de la isla.

Victoria, durante la cena quiso poner en antecedentes sobre la sociedad de Londres a su anfitreón

mas este se mostraba indiferente de lo que ella le pudiera contar. Se diría que había cortado

los lazos que en su día le habían unido con la sociedad inglesa.

Seguidamente Victoria pidió a quienes la acompañaban en aquella aventura que la dejasen a solas

con Robinson, y convinieron que la vendrían a buscar al cabo de dos días. Así que la tripulación

regresó al barco cargados de provisiones.

- Debería regresar con nosotros a Inglaterra, que ese es su ámbito natural - le dijo Victoria al

isleño.

- ¿Volver yo allí donde todo es una farsa? ¿Donde el orgullo patrio se basa en el dominio y la

colonización de otros pueblos? ¿Donde los sagrados principios morales del Imperio se han

reducido a un hipócrita formulismo por debajo del cual subyace un mezquino mercantilismo

- expresó él un poco soliviantado debido a que no le gustaba en absoluto que una mujer venida

del gran mundo le dijera lo que tenía qué hacer.

- ¿Y no cree que el aislarse del mundo; de su mundo es también un acto de egoísmo? - le

contestó Victoria-. Esta vivienda está muy bien. Y es admirable lo que usted ha hecho. Pero es

evidente que usted necesita la compañía de una persona de su misma condición. Por ejemplo una

mujer.

- Ya entiendo. Mire. Yo antes era un petrimetre bastante superficial, y muy inseguro de mi mismo.

En cambio aquí he descubierto de cuánto soy capaz de hacer; de lo mucho que puedo dar de mi.

- ¿Y el amor de Dios ¿también es para usted una farsa? - inquirió ella que era una mujer devota.

- El estar yo solo aquí me ha hecho reflexionar, ya que desde la distancia uno se vuelve más

objetivo. Las religiones han sido otro fracaso de la Humanidad, porque han sido motivo de muchas

guerras, puesto que ellas han estado animadas por ese prepotente espíritu imperialista -

respondió  Robinson con convicción-. Y si la Naturaleza que nos rodea ha sido creada por Dios, es

que este  Dios es un ente cruel porque dejando aparte la estética pictórica del paisaje esta

Naturaleza tiene  un funcionamiento de lucha descarnada de supervivencia, y de muerte.

 - Pues a pesar de todos los defectos de la Humanidad yo sí creo en el amor al prójimo - dijo

Victoria.

De súbito una pequeña luz de esperanza se encendió en la mente de Robinson ya que advirtió en

el tono de aquel comentario una sutil insinuación, por lo que se sintió abatido por un

contradictorio sentimiento. Por un lado  no deseaba abandonar su independencia; se le hacía muy

cuesta arriba tener que adaptarse a otra persona, pero por el otro lado se sentía fuertemente

atraído por el embrujo de aquella mujer.

Así que de un modo instintivo Robinson se acercó a la dama que le miraba fijamente a los ojos

con una sonrisa significativa, y le susurró mientras le acariciaba con delicadeza la mejilla:

- Eres... eres... muy hermos Victoria.

Entonces Robinson al notar la suavidad de su piel tuvo la sensación de que su idea de que el amor

no era más que deseo sexual, y egoísmo se desvanecía en el aire; que aquello sólo era una

excusa para salvaguardar su autosuficiencia de náufrago.

Robinson, como un animal en celo, con un desbordado frenesí besó y mordió el cuello, los lóbulos

de la oreja, y la boca de Victoria, a la vez que le repetía como un disco rayado sin darse cuenta de

ello. "Te quiero, te quiero". Habían sido demasiados años sin tener un contacto con ninguna mujer.

Victoria también se implicó a fondo en aquel acto de sensualidad, por lo que se echaron en el

camastro de Robinson y copularon a conciencia. Ahora el hombre se sentía un poco confuso

porque no sabía si amaba realmente a Victoria, o su entrega era sólo un fruto de su pasión.

- ¿Crees que nuestro amor también ha sido un fraude? - preguntó ella cuando se hubieron

relajado.

- No. Pero no quiero que mi amor por ti condicione mi vida. Yo quiero un amor sin ataduras, y que

no me obligue a integrarme en una sociedad que sólo crea problemas - respondió él.

A Victoria le molestó aquella observación, y saltó de la cama como si la hubiesen pinchado con

una aguja.

Dos días después cuando la decepcionada Victoria se disponía a embarcar de nuevo para regresar

a su conservadora Inglaterra le salió al paso Robinson Crusoe, y le dijo:

- Voy contigo. Pues en la vida todo es una aventura. Intentemos vivir juntos a ver qué pasa.

Porque si me quedo aquí no te podré olvidar.

Y es que el ser humano no puede sustraerse de ser un animal tan social como sentimental. y en

ello está su propia evolución.

 

 


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