Nada mejor para delinear el perfil de Pichuco que recopilar lo que de él relatan sus amigos.
No puede causar sorpresa que alrededor de uno de los más grandes mitos populares argentinos, circulen infinidad de anécdotas. Sin embargo, no fue tarea fácil recolectar las más originales. Para ello hubo que rastrear entre familiares, amigos, músicos, cantantes y demás noctámbulos y recorrer —por supuesto— los lugares por donde transitó el genial Pichuco.
Hoy voy a escribir sobre una que me pareció interesante.
Una noche se reunieron varios amigos con Aníbal para comer y después fueron a un bar. La intención era tomar café. Sin embargo, junto con el café se fueron descorchando tantas botellas que todos tenían una alegría bárbara. Por ahí, alguien se puso a cantar sin imaginarse que toda la festichola terminaría con la llegada de la cana.
Como no sirvió ninguno de los muchos —y repetidos— argumentos que intentamos, nos llevaron a la comisaría decimotercera, y de allí al Departamento de Policía. Mientras estaban allí, al Gordo se le ocurrió preguntarle a un amigo: "Escúchame, ¿a quién venimos a sacar?" El otro, Roberto Rufino, sin extrañarse, le contestó: A nadie; los presos somos nosotros".
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