Sobre aquel hueco que supone un exterior y una presencia.

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A veces tan solo me basta con salir de la casa y pisar el pasto húmedo tras la lluvia.
A veces tan solo con empujar el portón de madera me encuentro con un extraño animal a mi puerta, como esperando mi aparición. 
A veces tan solo empujo la puerta y no me encuentro con nada más que una brisa fresca que limpia mi rostro. 
Otras veces al levantarme no encuentro portón ninguno y pierdo mi privacidad.
A veces no abro la puerta, y no encuentro nada esperándome al otro lado.
Alguna vez la he pateado pero esta no quiso abrirse, como sublevándose contra la mano que alguna vez la trató con cariño. 
También me ha ocurrido de empujarla con delicadeza, salir a la pradera y no toparme con absolutamente nada. 
A veces me levanté porque alguien abrió la puerta por mí, desde el exterior&pero decidí seguir durmiendo. 
Otras veces alguien volvió a abrírmela, y esta vez, decidí aceptar la invitación.
En otras ocasiones alguien decidió despertarme, me la abrió y me invitó a salir. 
Otras veces, la puerta se mantuvo cerrada durante meses.
También alguna vez me ocurrió de abrir la puerta, salir y volver a encontrarme en mi hogar,
Y a veces me pasó de abrir la puerta, salir y darme cuenta de que en realidad estaba regresando a mi cama desecha y aun tibia. 
Es todo un misterio ese portón de madera de roble, fino, encerado, lijado y de textura suave. 
Nunca sabe uno donde te llevará.
O a donde te hará regresar.

http://cabezaperdidaenunmar.blogspot.com.ar/


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