Mi primer novia, mi primer amor.

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Era una bella mañana de comienzos del mes de junio de los años 80’s ­? 1985 para ser preciso­?  y la chica que en ese entonces me hacía suspirar estaba allí, sola, bueno no completamente, se hacía acompañar por su radiograbadora que en aquella época era de lo más común ver en las manos de los adolescentes, de la cual surgían las estridentosas y rasposas notas de una banda punk de moda, ¿El nombre de tal agrupación? nunca lo supe, creo que se trataba de The Ramones, una banda nacida una década atrás cuyas composiciones ­? según los críticos­?  rayaban en lo simple y minimalista.

Las partes posteriores de las aulas eran el refugio perfecto para hacer nuestras fechorías, si así se le puede llamar a acercarse a una mujer y pedirle que fuera tu novia. Yo caminaba junto con mis inseparables amigos y con los cuáles conviví los tres maravillosos tres años que dura la instrucción secundaria y ellos sabientes de mis pretensiones con ella, pronto comienzan a insistirme para que me acerque a ella y por fin me anime a pedirle que sea mi novia. Nosotros al igual que ella y que muchos otros jóvenes caminábamos acompañados por la música disco de actualidad, me refiero a Tran-X y su melodía Living on video, que chocaba en estilo con el que MarceDelia escuchaba. Si así se llamaba.

MarceDelia era una chica simpática, no muy bonita mas no era fea, pero a mi me traía loquito. Aceleraba mis pulsaciones por minuto y mi respiración se agitaba, el estómago me daba vuelcos al verla acercarse para luego pasar al lado mío, ¡Dios, cómo me ponía!. Nuestros salones uno frente del otro nos permitían de cuando en cuando voltear a vernos, ah porque permítanme decirlo, yo también le atraía, con ese amor puro y sincero que los adolescentes se profesan, porque, díganme ¿Qué primer amor de un chico o chica de 13 años no es puro y genuino? Así que, así estaban las cosas.

Finalmente mis amigos me convencieron ­? gracias sinceras­?  de abordarla y declararle mis amores y sin saber todavía qué decir o cómo iniciar una charla con ella, recorrí los escasos metros que nos separaban y como mencioné en el párrafo anterior, con el corazón amenazando con explotar en mi pecho, mis piernas temblorosas y la lengua seca, me aproximé a ella y con un “hola” abrí la conversación, aunque no estoy muy seguro que así se le pueda llamar a esos breves instantes en que intercambiamos palabras.

No la cuestioné por su salud, menos por la de su parentela ¿Y qué rayos iba a importarme todo el mundo? Si mi cerebro estaba siendo devorado por un torbellino de emociones, las cuales mi cuerpo no sabía cómo procesar todas juntas. De mis labios apenas surgió la pregunta “¿Qué haces?” y después de ello, sin más preámbulos, cual disparo directo y a quemarropa acerté a pronunciar “bueno solo quería preguntarte si tú quieres ser mi novia”  y después de unos largos y embarazosos segundos ella me mira y me dice “no sé, déjame pensarlo un poco y mañana te digo”. ¿Saben algo amigos lectores? es increíble como después de tantos años recuerdo sus palabras tal y cómo fueron, el cerebro es algo maravillo no cabe duda. Después de esa breve, ­? no, no es justa la palabra con los hechos, brevísima conversación­?  me despedí de ella prometiéndole buscarla al siguiente día para conocer su respuesta.

De ese modo emprendí el camino de regreso hacía el lugar en que mis amigos aun continuaban escuchando la citada melodía, que debo decir era la versión extendida de la misma y de inmediato comienzan a interrogarme con ansias y deseosos de conocer el final de mi aventura, pues ellos como yo, también sienten inclinación por alguna damita y los acontecimientos ocurridos les dan los bríos para precipitar sus acciones en pos de conseguir novia antes de pasar al siguiente grado escolar. Brevemente narré los hechos, manteniendo en mí el ataque de nervios que me afectó durante el arranque mi periodo de valentía y conformes con lo sucedido nos encaminamos al destino que previamente habíamos establecido.

Las próximas veinticuatro horas fueron un tormento para el chico que fui hace mucho mucho tiempo y con favor de no se qué Santo, logré llegar hasta el día siguiente para recibir una respuesta a mis ruegos amorosos. Así, de eso modo, la volví a ver en ese espacio dedicado a las cuestiones ilícitas de los alumnos de la escuela secundaria, la parte posterior del edificio. Y con las sensaciones que en el día previo me atormentaron pero potenciadas por no qué fuerza, me aproximé nuevamente y la saludé de la misma forma y sin más le disparé mi pregunta “y bien ¿Qué pensaste de lo que pedí ayer?” mi miro por algunos segundos, eternos segundos, y al fin dijo “Sí, pero no se lo digas a nadie, no quiero andar en chismes”, “No te preocupes a nadie se lo diré”.

En ese momento el tiempo se detuvo: el viento dejó de soplar, los pájaros cesaron sus trinos, las nubes detuvieron su tránsito en el azul cielo y yo sin saber qué decir después de su respuesta afirmativa. Ahora que evoco esos momentos me paracen de lo más cómico, pero para un chico sin experiencia es algo que no le ocurre todos los días, mi cerebro no acertaba a enviar la orden para mover algún músculo y mis labios tampoco emitían palabra alguna, estaba pasmado. La Divina Providencia se apiadó de este humilde siervo y un impulso eléctrico circuló desde mi cerebro hasta músculos faciales, dibujé una sonrisa en mi rostro y articulé una sencilla oración como agradecimiento a  la respuesta dada por MarceDelia, tan solo dije “Gracias, no te vas a arrepentir”, le extendí la mano como pidiéndole que sellara el trato verbal que acababa de aceptar y como despedida hasta otro día en que pudiéramos “platicar” más extensamente.

Me di la vuelta y me retiré hacía un extremo del edificio y MarceDelia se encaminó en sentido contrario, ambos fuimos con nuestros cómplices, aquellos amigos de la adolescencia que comparten tus secretos y que por ende se convierten en eso. Nuevamente fui objeto de interrogatorio y al conocer cual había sido la respuesta recibida celebraron conmigo que ya por fin tenía novia, una flamante novia, la cual por cierto era asediada por otros lobeznos cuyas intensiones de sobra se adivinaban, pero que finalmente, MarceDelia me eligió a mí. De este modo comienza mi vida amorosa, ese espacio ubicado entre lo real y lo irreal, lo objetivo y lo subjetivo, en el que se combinan las más intensas emociones y en el que vas de la alegría al sufrimiento y pasas de amar a alguien a despreciarlo con todo tu ser. Pero ese amigos es otro cuento, a partir de ese momento me sentí satisfecho, grande, más grande que otros, que según yo, seguían siendo unos niños. Ahora me disponía a gozar del noviazgo que había establecido con MarceDelia.

MarceDelia… fuiste mi primer gran amor y te guardo un espacio especial en mi memoria. Bendiciones en donde estés y con quién estés.


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