Amor especial

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Viene envuelta en sus titubeos, tiene nervios nuevos, recién estrenados. Acaba de llegar, en la casa la esperan y aún no conoce a la niña (bebé) a la que viene a cuidar. Con los padres hubo previamente un intercambio de información que les hizo aceptarla. La localiza sentadita al fondo, entretenida con algo, al aproximarse ella levanta la vista y le surge un espontáneo gesto de rechazo, un, no quiero que nadie me importune. Al percibir la niña su desaliento hace un mohín breve, casi imperceptible, es de duda o quizás de comprensión, lo capta al vuelo y, torna el ánimo a su expresión. 

Cada una posee sus peculiaridades, sus rarezas, sus manías, pero también sus gracias, sus encantos, se dan las naturales dificultades de comprensión y las propias de edades tan desiguales. La joven empieza a vivir su vida en libertad lejos del hogar paterno, ha cumplido su etapa universitaria, está llena de dudas, pero cree estar en la senda adecuada. La niña esta aún abriendo los ojos sorprendidos a todo cuanto le rodea. Comparten un horarios previsto, los acordados para que la joven pueda simultanear su cuidado, el estudio del idioma y su propio esparcimiento.

Lejos de casa hace frío, éste además es real. Se aloja en una pequeña habitación de la casa con vistas a un parque verde, luminoso, el vaho acompaña a los pocos viandantes. Se siente acogida pero está sola, nunca lo estuvo antes, compartió piso pero eso era otra cosa. 

Entre ambas las sensaciones son como chispas eléctricas, sentidas, vivas, espontáneas. Ceden y a la vez se refuerzan, se da el continuo intentar pasar la raya de una y el consentir corrigiendo en la otra. No siempre la comunicación es buena, hay llantinas, empecinamientos, desacuerdos lógicos en quien pone exigencias y quien no las acepta. Unos desarreglos de barriguita en la niña le crean culpabilidades, - ¿Qué pude darle que le sentara mal?, se pregunta preocupada. En ocasiones le puede el agotamiento, se da por situaciones especiales no previstas, compromisos inevitables u horarios contrapuestos de los padres.

Pronto prende el cariño y las cosas toman rumbos imprevistos, se echan a faltar en las breves ausencias, se buscan, les embarga el cariño, ya nada es igual sin la otra. La también joven mamá, pone normas, establece límites, pero las emociones no tienen sujeción y les desborda, los espacios dejan de ser privativos para la pequeña osada, la joven no los siente como invasión de su intimidad. Se saben acogida y solicitada, se conocen bien y sobretodo, se quieren.

Ahora se entienden a la primera, cada una pone a la otra en su sitio en un diálogo desigual pero justo. Las fuerzas se equilibran por razón e inteligencia, y porque la naturaleza obra el milagro poniendo sus cargas de ternura a modo de contrapeso. Como decir, que son amigas, compañeras e inseparables en un deseo mutuo y constante de la otra, sólo la edad, constituye una verdadera entidad diferenciadora.

La joven es consciente para que vino aquí, se aplica en sus clases de inglés, incluso realiza trabajos por hora, es una forma de aliviar la carga económica que representa para los suyos, está abierta a otras relaciones, encuentra amigos, disfruta sus horas de asueto con ellos, pero a su niña (bebé) no deja de tenerla siempre presente.

La asume con responsabilidad, tiene con ella una paciencia infinita, le duelen los golpes que se da, sus malestares, le desasosiega cualquier desequilibrio suyo y, le cuesta tomar distancia aunque esté lejos. Termina siempre pensando en aquello que no le hizo o que le apetece hacerle.

En seis meses la vida en común les abre puentes infinitos de comprensión, se inundan de afectos que son embalsados en el alma y constituyen un enriquecimiento mutuo humano y personal. El tiempo, sin embargo, se impone, existen límites previstos y éstos se alcanzan sin pensar.

Toca marchar, cambiarlo todo, piensa que ha sido una experiencia maravillosa, entiende que se va enriquecida, pero como convencerse de ello con el sentimiento de angustia que le embarga. No es capaz ni de subir a despedirse de su niña (bebé), llora sosegadamente, la tristeza es infinita.

La niña (bebé) levanta la vista cada vez que entra la joven sustituta, no puede evitar hacerse la ilusión de que es ella de nuevo, sueña con su mirada cómplice, amorosa, única. 


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