Volvían de su habitual paseo al atardecer, envueltos en rayos de luz languidecientes sobre los senderos solados de albero de los jardines de la Residencia.-
Paseaban recordando cuando celebraban estas fechas navideñas en su casa, cuando vivían todos juntos.- Comentaban las comidas que hacían, así como las anécdotas vividas por sus hijos y las ocurrencias de éstos.-
Él más exigente y como siempre, renegaba de la ausencia de sus hijos en estos días, -para verlos y saber de ellos-. Ella, más consecuente, decía: “tal vez tengan compromisos u otros quehaceres que les impidieran su presencia”.- El abuelo y como siempre lo había hecho, decía: -tu siempre defendiendo a tus hijos-, pero ambos, con la pesadumbre de su desgracia, con la soledad invadiéndoles por los cuatro costados, caminaban, -cogidos de la mano-, hasta sus habitaciones para saciar en sueños aquellas lágrimas que inundaban sus semblantes.-
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