Reconocieron la verdad, apenas con mirarse. Sin una palabra, sin una caricia. Solo, miraron sus ojos, que decían, que soñaban, que sentían. Sentían añoranza, recuerdos de un segundo, de un día, de un año. Reconocieron la vida que esperaban, junto a la mesa, junto a la cama, en una esquina, en una palabra. En una palabra la reconocieron, y como con todo lo que se conoce, no tuvieron miedo. No tuvieron miedo pero ya era tarde. Los años corrieron demasiado aprisa y cuando eres mayor ya no temes a la vida ni a la muerte. Solo da miedo el recuerdo que no viene, el recuerdo que se confunde, el recuerdo que juega con nosotros al escondite. Ese recuerdo que no buscas porque no sabes que lo tienes. Reconocieron la verdad. ¿De verdad la reconocieron? O fue simplemente su verdad. Esa verdad cambiante, distinta de la anterior. Una verdad que no será mentira, pero tampoco es cierta. Verdad que me comprendes Alzheimer. Sé que estás ahí, esperando. Esperando mí recuerdo para llevártelo.
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