Una de las frases que recuerdo de la infancia( de la infancia en aquel lejano lugar de La Mancha, del que recuerdo el nombre pero al que no he vuelto), era la del añadijo, a modo de coletilla, sobre cualquier vaina que se presentase, de "y vas a morir por ello". El paraíso de un supersticioso, vamos.
Era una amenaza muy socorrida. Amenaza que en aquellos años nos tomábamos a chufa, pero que el tiempo ha ido haciendo bastante patente, como si hubiera algo importante detrás de aquélla. Aquel juego de niños ha ido demostrándose menos inocente de lo que parecía, como si una mano invisible se fuera encargando de hacer justicia a falta de otras instancias más eficaces. De hecho, me he empezado a tomar la vida de la manera referida, esperando que la providencia y no los juzgados operen unos efectos que la vida ha ido mostrando más eficaces que la justicia tradicional, sobre los causantes en mí de agravios.
Te enteras de cualquier desgracia y automáticamente se pone la cabeza a rilar afrentas personales. Pero lo más sorprendente del caso es que las encuentra.
Toda ventaja lleva aparejada su reverso, sin embargo. El de mi caso concreto es que la vecindad ha empezado también a descubrir la ilación de unos hechos y otros y ya ni siquiera me saluda, teniéndome, en lugar de revolucionario innovador en métodos justicieros, como a un simple productor de mal fario.
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