Alzaban las manos a través de la tierra. Las manos ajadas, los dedos secos, llenos de surcos, pedían, sólo tenían un deseo. El sol trajo el calor, el calor la sed, la sed trajo cansancio y el cansancio, derrota. Cayó la noche, y con esa noche se encendieron las estrellas. También la luna y ella iluminó un sueño. Libertad pedían esas manos. Quién sabe cuándo, un ruido despertó a quienes soñaban. Un destello, luego otro. Un ruido y luego otro. Los truenos quebraban el silencio aplastante, paralizante, estremecedor. La primera gota cayó en la tierra. Luego dos más y así, sumando gota tras gota, se armó la lluvia. Los dedos la recibieron con alegría, las manos se abrieron con ansias, los brazos recuperaron la fuerza. Toda la tierra bebió la lluvia. Las ramas reverdecen, las plantas reviven, se llenan de esperanza.
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