El mar nos habla,
nos sugiere,
nos explica cómo es,
lo que siente,
lo que espera de nosotros.
Es el agua,
fuente de vida,
aquí especial procedencia
que nos une a lo fuimos.
El líquido elemento
nos hace soñar
con cuanto nos sirvió.
Resolvemos dudas,
problemas, carencias,
y nos enganchamos
a un camino renovado,
lleno de expectativas,
de nuevas formas,
cargadas de oxígeno
para seguir.
Es el centro, el todo,
esa sima donde guardamos
los secretos a voces
que nos salvan.
Constituye el centro
de la fiesta más inclusiva.
Es el mar de siempre,
el de los ancestros,
el de la responsabilidad,
el que nos ama y nos destruye,
como el mismo ciclo de la vida,
que sigue gracias a él.
Brota la existencia,
sus nutrientes, sus justificaciones,
lo que permite entender
cuanto fue.
Es el punto, la fuente,
lo que nos enseña,
del que aprendemos.
El mar, siempre el mar.
Juan Tomás Frutos.
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