Manjar de Dioses

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Que desafortunadas deben ser, todas aquellas personas que no han tenido la suerte y el honor de poder hacer o por lo menos, contemplar un buen “puchero”.-

¿Quién no ha sido testigo de cómo se prepara unos buenos garbanzos?, ¿Quién no ha visto a su madre, a su esposa o algún otro familiar, preparar un buen potaje de garbanzos?.- Quien no haya visto esto, no sabe lo que se ha perdido.- Y no digamos cuando, una vez terminada la cocción, y se retira de la olla o marmita el contenido del mismo, no ha contemplado ese espectáculo.-

Al abrir la olla, se observan unas patatas amarillentas y tiernas, junto a unas zanahorias reventonas que le dan el toque de color al puchero, seguida de una col que se deshace con solo mirarla y a la que acompañan un ejército de garbanzos brillantes, grandes, lechosos, algunos fuera de su estuche de piel protectora, donde guardan el sabor de tan delicioso manjar.-

A renglón seguido, y una vez evacuados de su reino los ingredientes citados, observamos los grandes trozos de ternera, con su brillante jugo y su estructura corporal del morcillo vacuno, al lado de unos hermosos muslos y contra muslos de pollo, que con su capa protectora de piel, dan a dicha danza la ilusión de grandeza.- Y no digamos del tocino, que con su gelatina nacarada, y su iluminado brillo, da la sensación de equilibrio, por su temblé e inquietud.-

Todo este ritual para proceder a la extracción del exquisito y graso caldo, con el que se resucita a los muertos, y que a los vivos nos da fuerza para seguir disfrutando de esta placentera vida; para continuar con la incorporación de la morcilla, negra, -como el túnel del tiempo-, que al quebrarla asoma sus entrañas oscuras a través de su piel.- Y el todopoderoso chorizo, el escandaloso, el que todo lo pinta de rojo y el que transforma el espectáculo en una puesta de sol en el desierto.

Incorporado todo ello a nuestro plato, no tenemos más remedio que alegrarnos de tener la enorme suerte de poder disfrutar de tan delicioso manjar, degustarlo con satisfacción y acompañarlo de un excelente vino, siempre español.- ¡Buen provecho!.-


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