Nochevieja sangrienta
Por Piculino68
Enviado el 30/12/2017, clasificado en Intriga / suspense
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La noche estaba punto de dar paso al nuevo año, tan solo quedaban unos minutos para entrar en el y yo seguía huyendo de la policía.
Mi último crimen no fue como yo esperaba. Las prisas por dejar la escena del crimen como en los anterirores y desorientar a la policía, hicieron que el detective privado, que seguía mis pasos, diera conmigo en el último momento, descabalando mis intenciones y poniendo tras mis pasos, a esa panda de inútiles de la policía, que ahora por fín tenían hasta mi nombre y me tenían cercado en las inmediaciones a la puerta del sol.
Entre la multitud que quería acceder a la plaza, los temores a que el "daesh" cometiera algún atentado y el revuelo que había montado yo, era casi un milagro poder acceder a la misma.
La multitud me arrastraba junto al resto, hacia una interminable cola de acceso a la plaza, donde aparte de registrar una a una a cada persona que accedía a la plaza, les obligaban a despojarse de sus mascaras, gorros de papa Noel y cualquier otro objeto que cubriera su rostro. Esto me concedía un apreciado espacio de tiempo, para pensar fríamente como escapar de sus garras.
Sonaba la primera campanada, cuando vi acercarse un policía que me había identificado. Saqué mi arma y disparé contra la multitud.
El caos se desató, la frenética desesperación por salvar sus vidas, hizo que la marabunta de gente que esperaba alégremente para entrar en la plaza, se desbocara y como si de una estampida de elefantes se tratara, arrasara la calle, llevándose por medio a todo aquel que cayera al suelo, desmoronando el complejo sistema de acceso a la plaza montado por la policía y provocando que en la misma plaza mayor, se montara un caos impensable para las autoridades.
Era una imagen dantesca, ver como miles de personas, que hacía tan sólo unos momentos disfrutaban de una euforia de felicidad, encarnada por el sonido de las campanadas, se retornaba trágica y desesperada por salvar sus vidas.
Caían una a una las uvas que alimentaban un sueño para tornarse en pesadilla.
No existía una cara conocida para ninguno de los allí presentes, dado que el miedo les cegaba y hacia huir desesperadamente con el sólo proposito de salvar sus vidas. Ni los niños, ni nadie, estaban a salvo de tan disparatada escena.
Yo conseguí zafarme en medio de la multitud de la policía, pero de pronto, me vi sorprendido por la cara del detective que seguía mis pasos.
Su cara lo decía todo, la sed de venganza, acumulada en estos años, no dejaba lugar a dudas. Había venido dispuesto a matarme y nada, ni nadie le iba detener.
Me apunto en la sien y con una lagrima aun rodando por su rostro, disparó.
La bala penetró con soltura por mi sien, cayendo desplomado encima de un reguero de uvas pisoteadas y a la par se volvió a suceder la misma estampida de antes, pero abriéndose un hueco a mi alrededor.
El detective, se dejó caer de rodillas junto a mi, me cogió entre sus brazos y llorando desconsoladamente a voz en grito, me preguntaba por que lo había hecho, el porque para evitar que me persiguiera y me diera caza, amenacé de muerte a su mujer y llevé a cabo mi amenaza, al no desistir en su empeño.
Su alma se despedazó y cayó a plomo junto a mi, tras la ultima campanada que anunciaba el año nuevo.
Por fin se sentía aliviado, detenerme le había costado la vida de su mujer y su vida misma, pero por fin, se sintió bien.
Había conseguido matarme y detener mi oleada de crímenes, por fin había acabado con el monstruo que aterrorizaba las calles de Madrid. Jamás habría sospechado que, su propio hermano, fuera el artífice de tan maquiavélicos asesinatos.
La policía llego junto a el y tras desarmarle, le detuvieron. Su rostro era el de la propia muerte, no había expresión humana en el, no cabía en sus ojos expresión alguna de dolor, de sufrimiento ni de vida alguna, había muerto por dentro al tener que acabar con mi vida.
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