EL HOMBRE INVISIBLE

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Pablo era un  maestro de Secundaria en una escuela Pública; de mediana edad, casado y con dos

hijos adolescentes, el cual residía en un pueblo de la comarca del Maresme conocida también por

Barcelona Norte.

Pero su gran pasión era la poesía con cierto acento místico que la había cultivado

desde bien joven, hasta el punto que en una ocasión llegó a ganar un premio en los Juegos

Florales que organizaba cada año el municipio de la gran ciudad. Pues para él la poesía era el

medio más idóneo para expresar sus sentimientos, su pálpito más humano, y animaba a quien le

prestaba atención a que escribiese en un papel lo que sentía, sus emociones según el momento

por el que pasara, porque a su juicio este era un modo de amarse a sí mismo; de tener cuidado

de su persona.

Unos años después de haber ganado aquel galardón Pablo conoció en una Fiesta que se celebró

en el Casino de su localidad a tenor de ser el día del Patrón de la misma, a una atractiva y morena

mujer llamada Rosa que si bien ésta era la encargada de un departamento de ropa femenina en

unos grandes almacenes, pertenecía a un ambiente rural de un pueblo del interior de la

Comunidad, de la que él llevado por su sentido romántico se enamoró, y se casó con ella.

Como es de suponer, Pablo queriendo ser sincero con su pareja le confesó su inquietud

humanista; su amor a la poesía, con la pretensión de que Rosa le admirase su sutil sensibilidad,

por lo que de vez en cuando le dedicaba algunos poemas como si de un Cyrano de Bergerac se

tratara. Entonces parecía que ella agradecía aquellas inspiradas palabras y lo abrazaba

cálidamente. Hasta en un par de ocasiones Pablo que era algo conocido en el mundillo literario fue

invitado a ir a una emisora de Radio para hablar de sus creaciones literarias, acompañadao claro

está por su mujer.

Sin embargo en una de aquellas ocasiones mientras el poeta hablaba, éste advirtió que Rosa

tenía la mirada ausente; era de una vaciedad espantosa; era como si ella oyese llover. ¿Es que

Rosa ignoraba el fuero interno de aquel hombre? ¿Lo miraba pero no lo veía?

Al cabo de unos años, un día Pablo le mencionó a Rosa su vertiente artística.

- ¿Recuerdas los poemas que te dedicaba cuando éramos novios? - le preguntó él.

- No. No lo recuerdo - respondió su cónyuge tajante.

- ¡Pero oye! ¿Es que tienes amnesia o que?- protestó el poeta bastante molesto. 

-No digas tonterías. No me acuerdo, y ya está. Mira Pablo. Lo que realmente interesa es el

trabajo, la familia y la salud. Lo demás son cuentos.

O sea: que a Rosa tanto le daba haberse liado con un poeta como con un paleta que cantara jotas

mientras el hombre en cuestión le fuese de utilidad. A eso se le llamaba ser práctica. Y el factor

humano, con la historia personal que conlleva de quien fuera le importaba un pimiento. Para Rosa

su marido era un tipo de carne y hueso que tenía que seguir haciendo rodar la noria de la fortuna

y nada más. Por tanto lo que él le pudiera decir por muy bien expresado que fuese le entraba por

un oido, y le salía por el otro.

¿Tenía que ver esta postura tan a ras de tierra con el rústico origen de Rosa? - se preguntaba

Pablo con frustación. 

Mas si Pablo se fijaba con detenimento, en el ambiente circundante vería que éste se movía con

la misma indiferencia hacia el prójimo que la de Rosa, y que era fruto de un exacerbado 

individualismo que contratastaba con un sentido gregario colectivo. Se había caído en un prosaico

estado de ánimo que negaba la singularidad de la persona, y nadie reparaba en nadie.

De manera que pablo que sentía la sensación de una persistente soledad tanto afectiva como

social, fue a visitar a un profesor de Filología de sus años de estudiante, a quien él apreciaba

mucho, a ver si le aclaraba algo.

- Según un famoso pensador e historiador idealista de los años 40 llamado Spengler, en el mundo

hay un conjunto de culturas (la Antigüa, la Egipcia, la India, la Babilónica, la China, la Mexicana y

la Occidental) que se desarrollan independientemente las unas de las otras, de un modo vital

como un cuerpo humano. Juventud, Crecimiento, Florecimiento y Decadencia - le explicó su

amigo profesor en su piso-. En el caso de Occidente, se ha entrado desde hace muchos años en

la etapa de la Decadencia, la cual se manifiesta en muchas cosas, sintetizada especialmente en

una exaltación narcisista del sujeto que le hace ignorar, o despreciar a los demás. Si quieres

eludir esta mezquina actitud colectiva, empieza por interesarte por los que te quieren de verdad,

y por los que son diferentes a tí que te pueden enseñar.

Esta es la historia bien real que me contó mi amigo Pablo mientras nos tomábamos un café en

un bar.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


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