Ya se acerca el final de las fiestas, todo indica que esta tarde nos espera una Cabalgata pasada por agua…, por agua y por frío.
Apenas puedo concentrarme en la pantalla, las referencias se agolpan ante mis ojos, empujándose y entremezclándose, como avispas enfurecidas… Miro el reloj, cansado y aletargado no parece moverse, era de imaginar que éste iba a ser un día largo… Las horas avanzan lentamente, empujadas por un par de cafés y unos cuantos paseos a la fotocopiadora y al lavabo.
Aun lo recuerdo como si hubiera sido ayer, pero ya han pasado cuatro años, el pequeño Pablo ya es un hombrecito que ha estrenado las dos cifras y que echa de menos a su abuelo. Pero es inteligente y fuerte, nunca dejará que la pena ensombrezca el recuerdo, ni que el recuerdo esconda la magia de esta noche.
Vuelvo mis ojos al monitor, Enviar y recibir, respondo a un par de mails y clavo nuevamente mis ojos en él… algo sí que ha avanzado… apenas hora y media para comer. Al final todo llega.
Llega lo bueno y lo malo, llegan los años y llegan los recuerdos, y pasa la vida, y se va.
La suya se fue la madrugada de un 5 de Enero. La lucha fue corta, la batalla estaba perdida antes de empezar. Es injusto, siempre lo es. Había aprendido a entenderle, a valorarle y a quererle, pero entonces se fue, enseñándonos la lección más importante de todas, el Carpe Diem de los poetas.
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