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La chispa del zippo provocó una fulgurante llama, que prendió la punta de mi porro relleno de marihuana. La primera calada hizo que cerrara mis ojos por puro placer. En mi mente se formaron las primeras imágenes del paraíso, y mi cuerpo empezaba a experimentar las primeras sensaciones orgásmicas relajantes, acompañado de ese delicioso aroma
tan inconfundible.
El humo se fue apoderando de la pequeña estancia a la misma rapidez que la felicidad se apoderaba de mi ser, provocándome risas y haciéndome pensar que esa planta la cultivaban los propios dioses en el cielo
solo pude dar gracias.
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