EN TORNO A LA POSVERDAD

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En la vieja película del director Carlos  Saura "LA PRIMA ANGÉLICA" se toca el tema de la Guerra

Civil Española y las secuelas psicológicas que causa en la sociedad de aquella época.

Y en dicha película hay una escena en la que cae una bomba en una escuela religiosa matando a

unos alumnos que habían en una aula de dicho lugar. Seguidamente, tras aquel fatídico suceso,

el sacerdote que impartía clases a los alumnos en aquella aula, aprovecha la ocasión para

adoctrinar a los mismos con el mito religioso en el que subyace un mensaje de terror para alentar

un sentimiento de culpa en los demás, y así suscitar lo que se llama el temor reverencial  para

preservar un falso sentido de autoridad moral, y hacer que el personal no pueda ejercer su

libertad de la que se desprende la innata capacidad de reflexionar. 

Si aquellos desgraciados alumnos murieron sin haber sido obedientes con los preceptos de la

iglesia que les inculcaba aquel fanático centro, el alma de aquellos niños muertos se iban a

quemar en el infierno toda una eternidad.

Por supuesto que ahora al cabo de los años aquella arenga religiosa provoca risa porque

enseguida se advierte que era una absurda y estúpida mentira. ¿Cómo podía ser que unos niños

que no habían tenido tiempo de vivir con plenitud por una simpleza tenían que ser condenados

en las calderas del infierno indefinidamente? Sin embargo el inquisidor en cuestión utilizó en su

discurso un énfasis grandilocuente, teatral para impresionar a sus discípulos, y que era

consecuencia del oscurantismo de una lejana época en la que predominaba la Contrareforma que

rechazaba todo juício crítico en la sociedad. Si dicha mentira la hubiese dicho cualquier otra

persona sin ninguna relevancia pública, y sin aquel tono encendido, expresado con convicción,

nadie le habría hecho el menor caso. Mas como el cura repetía aquella inconsistente fábula una y

otra vez eludiendo la profunda realidad, la objetividad de las cosas, sucedió que mucha gente

se la creía. Sólo unos pocos librepensadores que no eran demasiado bienvistos por nadie se

atrevían a replicar aquellas mentiras.

Y es que era y es más sugerente, más brillante dejarse deslumbrar por las pasiones, las

emociones afectivas aunque sean pueriles, que por la trabajosa razón.

La posverdad es un concepto que ahora está de moda, pero que en realidad como se ve ha

existido siempre. Y si antes la mentira estaba enmarcada en el poder eclesiástico, en la actualidad

se ha decantado hacia el poder político, y colectivista, y económico.

En base a esta posverdad he oído decir en muchas ocasiones que lo que importa más que nada

en el punto de vista de un sujeto respecto a cualquier hecho, o un escrito es su subjetividad

pasando por alto la objetividad del mismo, su capacidad de analizar; es decir que prevalece lo

que a uno le parece tal cosa aunque esté equivocado más que el valor real de dicha cosa.

Y esta distorsión en el juício crítico sobre algo no deja de ser un aspecto de una postura social

muy "light" o frívola y relativista que cumple la función de un café descafeinado; de quitar

sustancia a un hecho, o a una obra de Arte. Y a este hueco parecer, de una manera absurda se

le confunde con una forma de pensar, cuando en realidad es la nada; pues es confundir el

continente de algo por su contenido; lo aparente por lo real.

La verdad incuestionable de un acontecimiento, de un hecho existe, y hay que ir en su búsqueda

por difícil que sea el camino para llegar a ella, ya que se sustenta en pruebas objetivas y

fehacientes como cuando nos encontramos mal y vamos al médico para que éste nos mire, y nos

cure. Pues en la vida no se valen ni los eufemismos, ni las modas superficiales, ni los fuegos

artificiales aunque estén arropados por el ridículo idolatrismos político en los medios de

comunicación.

Lo cierto es que desde siempre han habido grupos humanos, familias que para susbsistir se han

dejado hacer un "lavado de cerebro" por las falsas doctrinas del poder dominante; es lo que

años atrás se decía vender el alma al diablo por unas perras y se han hecho portavoces de la

posverdad de quien estaba arriba; o del único pensamiento de un ignorante populismo. No

obstante yo debo de ser un ser algo maligno, porque soy un rebelde que no acepta la mentira

llamada posverdad. He tenido la suerte de pertenecer a una familia que nunca se ha dejado

embaucar en ninguna doctrina determinada, y así he podido rebatir con viveza y distanciarme de

las bobadas infantiles que se me han querido endilgar tanto en el ámbito religioso como político,

y he visto que en este inconformismo anímico; en este movimiento mental del que emana el

poder de la razón, es lo que me ha permitido ser una persona, y no un títere de fantasmagórticas

actitudes sociales, o institucionales.

 

 


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