Lo persiguió por media ciudad con la cautela del que se esconde de alguien. El otro nunca se percató de su presencia. Nunca miró hacia atrás. Ni siquiera se dio cuenta del billete que descolgaba de su bolsillo sin dejarse caer. Estoy de suerte pensó el que lo seguía por las calles llenas de gente, quizás si se mete en alguna acera solitaria me ve, pero no, parecía que quería hacer a pie el largo recorrido, lo que lo hacía menos notorio entre los demás peatones que podrían decirle, mire se le va a caer el billete, pero no se caía en ningún instante y no se realizaban ninguna de las probabilidades que pensó el que lo seguía. Hasta llegar a un semáforo y el billete cayó al piso cementado y el pie de una mujer y el de un hombre se apresuraron a caerle encima y se inició una pelea de insultos donde se repetía es que el billete es mío mientras el propietario pasó la calle despreocupado. El que lo seguía se quedó a menos de un metro mirando la pelea en la que ambos seguían jurando ser el legítimo dueño.
Comentarios
COMENTAR
¿Te ha gustado?. Compártelo en las redes sociales