Era el último recorrido por las calles de siempre. Miró de una manera más detenida el centro de la ciudad como si acabara de descubrir algo irreal en sus edificios. Algo le hizo caer en cuenta que llevaba años sin mirar nada, como si solo caminara mirando el rostro de los miles de peatones diarios.
En ese momento se percató de la vejez de algunas edificaciones sobrevivientes al paso de la modernidad, con sus fachadas deslucidas y su pintura en ruinas. Recordaba haber visto algunos avisos publicitarios de refrescos con su color original y su impacto visual en la distancia. Pero acababa de ver un cambio en las calles y en la arquitectura y hasta en las caras de las personas que siempre vio como una repetición de rostros.
Era como una luz repentina pronta a apagarse cuando cayeron las sombras y la ciudad se iluminara. Hubo entonces una honda melancolía capaz de confundirlo un poco pero ya todo estaba decidido para terminar su recorrido y cumplir su cita inevitable, decidida y expectante con la muerte.
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