CUANDO VENDÍ MI LAMPARA

Cerca de dos años estuvo la lámpara en mi poder. Tenía la docilidad de ciertos gatos. Y obraba el prodigio de cumplirme los deseos apenas terminaba de realizar mi conjuro. Solo que al año y medio empezó a concederme los deseos trastocados y se empezó a convertir en el delirio de mis noches.

La vendí al primer ingenuo que convencí de sus prodigios superfluos. Mi lámpara capaz de hacer aparecer mujeres en la sala con solo frotarla. Pero el hechizo se desgastaba, me di cuenta cuando empezaron a aparecer aquellas mujeres descoloridas que después resultaron en blanco y negro, como dibujadas a lápiz, sacadas de una vieja película. Recuerdo que cada vez eran menso intangibles esos cuerpos que al principio tenían la medida de mis deseos y ahora la solidez del humo de un cigarrillo.

 No me quedaba más que venderla.